viernes, 18 de septiembre de 2015

MAS QUE DEPORTE. CAPITULO 8

Estamos en la parte final, estamos en el remate de esta aventura, y estamos aquí habiendo superado lo que sin duda más dificultades podía plantear en la búsqueda del objetivo.

Salgo a correr no solo con un estado de ánimo increíble, plenamente consciente de que estoy cumpliendo los objetivos de tiempo soñados, sino con una fascinante sensación de fortaleza física. Las piernas me van finas y desde el primer momento veo que puedo mantener un ritmo de trote lento sin entrar en fatiga respiratoria.
Estoy muy preocupado por este tema, ya que no he podido entrenar nada en altura (salvo el test de La Batallona en Somiedo) y durante el triatlón de los niños de ayer, mientras corría de un lado para otro para hacer las fotos, noté que me costaba respirar más de lo normal. Esto me tiene preocupado, pero en los primeros metros de la carrera siento que hoy es distinto y que, mientras no me salga de ese trote, parece que no tendré problemas.

La salida del campo de fútbol donde está el box es hacia abajo, giramos en el punto en el que dentro de tres vueltas me iré a meta y volvemos a subir al campo para entrar en el circuito en sí. Al salir del campo busco a Leti para saludarla y la veo de espaldas "despistada". Luego me explicaría que David había entrado en crisis por una caída, pero de mano me dio rabia el que no estuviese pendiente de mí.
Sigo corriendo lento pero seguro. Mi objetivo está en bajar de las tres horas y si es posible, acercarme a las dos y media. La primera vuelta la hago para reconocer el circuito. A ritmo tranquilo y caminando solo en una subida larga que podría hacer trotando, pero que entiendo que es mejor caminar rápido y no fatigarme.

En esta primera vuelta corro una zona de sendero acordándome de David Galguera. No tengo explicación a por qué se me mete él en la cabeza, pero así es. Posiblemente porque por senderos parecidos, he corrido con Kona, posiblemente porque en montaña estoy federado con su equipo, no lo se, pero ahí lo llevo en la cabeza y "por él" aguanto corriendo hasta el avituallamiento.

La llegada a este primer avituallamiento es muy dura, porque se llega atravesando unos 30 metros de grava suelta en la que te hundes y que hace estragos en la musculatura de las piernas. Las tres veces apreté los dientes y no eché a caminar hasta llegar a la mesa. De ahí, otra pequeña subida hasta la zona de retorno en la que recuerdo que había unos tubos gigantes apilados, cuya protección me sirvió de WC en la segunda vuelta.
Antes de ese momento, el primer paso por zona de meta. Sigo pletórico y en mi cabeza solo está el saludo a Leti y a los niños, visualizo ese puño arriba, esa sonrisa, ese choque de palmas y ese ¡¡vamos papi!! con el que siempre ella me anima.
Bajo hacia el giro buscándolos con la mirada y no los encuentro, vuelvo a subir, atravieso de nuevo toda la zona del box y soy incapaz de encontrarlos entre la gente...¿pero donde estáis??.

Otra de las cosas por las que me da rabia no verlos es porque en esta primera vuelta no he sido capaz de ver a Sergio, es seguro que no nos hemos cruzado y en algún vistazo que he echado en general, no lo he distinguido. Sigo temiendo que no ya no esté en carrera y de hecho el que nadie de los nuestros esté por allí me hace pensar en que pueda haber pasado algo. Luego también pienso que Maite si estaría con él, pero ¿y Leti?.

Hay que pensar que en ese momento llevo unas 8h de carrera y es seguro que el cerebro ya no va tan rápido como debiera. Muchos pensamientos son algo confusos y cuesta interpretar las cosas. El caso es que he hecho la primera vuelta en unos 46 minutos lo que me tiene encantado. Por lento que vaya el cerebro, lo tengo claro. 50 minutos por vuelta, 50 minutos por tres, es igual a dos horas y media....Franin, ¡¡estás que te sales!!.

Segunda vuelta y mantengo la rutina. Esta vez en mi cabeza casi a partes iguales mi hermano Bau y Susana y Nico. Por ellos sigo corriendo hasta aquel poste en el que camino, por ellos no camino en la poza de grava y llego hasta la mesa al trote y por ellos fuerzo en la subida a los tubos en la que ¡bendita parada!, toca de nuevo vaciar la vejiga.
En esta segunda vuelta, mientras inicio caminando la subida miro abajo y distingo a Sergio llegando al avituallamiento. Bien! bien! bien!. Esta ahí, sigue en carrera y lo vamos a hacer.

De nuevo al cerebro le cuesta pensar e intento hacer cálculos de distancias entre los dos. No soy capaz, lo mismo paso unos segundos convencido de que me coge (si antes no lo vi es que viene algo más rápido que yo) que al rato creo que la distancia es muy grande para que podamos entrar juntos.
Bajando a meta, decido que podemos entrar juntos, vamos muy bien de tiempos globales y, como creo que he expresado muy claramente en lo que llevo escrito hasta ahora, este triatlón es de los dos. Sin él hubiese sido difícil llegar aquí, sin aquella primera subida a San Lorenzo no hubiese tenido la confianza que he ido teniendo hoy, sin compartir nuestras dudas por el camino esto no sería igual.

Vuelvo al campo, buscando a Leti y a Maite. Es el momento glorioso en el que voy a iniciar la última vuelta y en el que si que puedo gritar ¡¡lo vamos a hacer!!. Además, quiero que sepan que Sergio y yo entraremos juntos, quiero que se lo digan a él y quiero que nos esperen a los dos.
Me resulta increíble no verlos, en esta ocasión reconozco que me disgusto bastante. Aunque una parte de mí piensa que puede haber pasado algo, la parte más egoísta vence y me domina el pensamiento de que no están ahí para que yo disfrute de ese momento...y me enfado.

Ya saliendo al circuito, las veo subir la cuesta. Mi mala leche explota y solo acierto a gritar "¿donde cojones estás??¡¡Me queda solo una vuelta, una puta vueltaaa!!". A toro pasado me dí cuenta de la enorme salida de tiesto que tuve. Llevan todo el día cargando con los niños y esperando horas y horas, no tengo ningún derecho a enfadarme por eso, pero ya que estas crónicas tratan de reflejar al 100% lo que siento, no puedo dejar de contar esto.

Un poco más adelante me cruzo con Sergio y le digo que le esperaré mientras nos cruzamos. Como no paramos, le oigo decir "no, no" y algo más que no logro entender. Sigo corriendo intentando hacer un cálculo de la distancia en tiempo y no soy capaz. Aprieto ese tramo. Paso el avituallamiento y fuerzo de nuevo en la subida a los tubos. Aquí no hay dudas, esta subida la hago por Leti.
Bajo y vuelvo a ver a Sergio de frente. Está claro que viene bien y remontándome tiempo, porque nos cruzamos donde en la vuelta anterior no le había visto. Le digo que se pare, que "tenemos que hablar".

Le digo que apriete, que me cogerá y entraremos juntos, su respuesta me quita todas las dudas "joder tío! no te pares, me llevas mucho!". Si me hubiese dicho otra cosa como "prefiero acabar solo" o similar tal vez hubiese dudado, pero tengo claro que el tiempo aquí me da exactamente igual, una vez que se positivamente que mejoraré lo previsto. Lo sé porque al iniciar la última vuelta estaba en 1:33, por debajo de la 1:40 que me llevaría a 2:30 en la carrera, y lo se porque en el último avituallamiento le pregunté la hora a una voluntaria y vi que eran las siete menos veinte, es decir bajaría, bajaríamos!, de diez horas seguro.
Convenzo a Sergio de que entraremos juntos y con un grito de "Vamos a hacerlo juntos y lo vamos a meter en 10 horas", sigo hacia delante. Corro un poco hasta el siguiente avituallamiento y en la subida que siempre hago andando fuerte, aflojo el ritmo y disfruto.

Ese pequeño bajón de ritmo es la mejor decisión que he tomado nunca. Aparte de la emoción que vivo cuando Sergio me alcanza, los minutos en los que camino más despacio son absolutamente impagables.

Es tiempo para levantar los ojos del camino, de mirar las montañas que me rodean y de ser plenamente consciente de donde estoy y de lo que estoy logrando. En esos apenas 15 minutos en los que reduzco la intensidad, me acuerdo de los días previos al viaje, lloro pensando en cada amigo que nos ha apoyado, lloro pensando en la fortaleza de mi mujer y en su incondicional ayuda. Me acuerdo de la maratón de Coruña y de como me dejé lo que ya no tenía por seguirla, por estar con ella. 
Me adelantan compañeros a los que yo había ido pasando, me emociona ver que prácticamente todos me preguntan si me pasa algo. Estamos apenas a 5Km de meta y les extraña verme mirando al infinito. Esto es deporte señores, esto es deporte. Aquí no estamos los pros, ni siquiera estamos los rápidos de los populares. Aquí estamos los que ponemos más ilusión que condiciones, aquí estamos gente a la que se nos empañan los ojos con la simple idea de que vamos a cruzar la meta, aquí estamos extraños siendo amigos.

Ya arriba del todo un chico está parado tratando de estirar un gemelo en un bordillo. Me acerco a él y le ofrezco ayuda. Me dice en inglés algo de "ramps" y con gesto de dolor acepta mi ayuda. No conozco la palabreja pero está claro que se le han "subido los gemelos" así que me agacho y se los estiro. Antes de irse agradecido se interesa por mí y por si me pasa algo para no seguir con él. Saco mi mejor Inglés "don´t worry, I´m waiting for my friend".

Y ahí llega, MI AMIGO, no quiero ser demasiado sentimental, pero me es imposible en esta fase del relato. Desde lejos levanta los puños y sonríe, yo hago lo mismo y ¡joder! ya estoy otra vez moqueando. Nos juntamos, nos damos un torpe abrazo ya que no llegamos a parar y empezamos juntos el descenso a la meta.

Lo comentamos, lo reímos, lo disfrutamos. 

Saltándome un poco el guión habitual, he querido que Sergio leyera este capítulo antes de publicarlo, para conocer su opinión ya que, aunque son mis palabras las que lo cuentan, es NUESTRA historia. Me dice que le ha gustado y me sugiere la posibilidad de escribir el algo y que yo lo anexe "si me gusta". No me gusta, me encanta ver que las emociones que sentí fueron realmente como las viví y que el título de esta serie de relatos, Más que deporte, ha sido de lo más acertado. Aquí va la aportación de Sergio.

""A lo lejos veo a Fran, caminando, esperándome. Levanto el brazo para decirle que ya estoy aquí. Sonrío, cierro los ojos, lo tengo!, lo tenemos!
Llego a su lado, nos abrazamos, contenemos las emociones, pero nuestros ojos vidriosos no esconden lo especial del momento. Del sueño vivido.

Quizá fuese hace un par de años, cuando Fran terminó su Iron.  Desde la humildad, desde el conocer sus limitaciones, desde la ilusión,  me mostró el camino, el sí se puede, que con tesón y esfuerzo se puede. Un camino que ahora recorremos juntos hasta la meta, un bonito sueño hecho realidad. Soñar despierto y seguir el camino para conseguirlo, eso es lo que nos hace felices.

Porque la esencia de todo esto, por encima de tiempos, de parciales, está el terminar, el llegar al final. Donde el camino empieza unos meses antes salpicado de mejores y peores momentos. De risas, anécdotas, pero también de frío, lluvia, lesiones, miedos. Donde la carrera final es un premio al esfuerzo de tanto tiempo.

Avanzamos y a al rato cierro los ojos, sonrío, miro al cielo. Mi abuelo nunca hubiese entendido algo como esto. Hubiese dicho algo así como que ganas tienes de darte esa paliza …J, pero me hubiese gustado poder contárselo….

Ya se ve la parte final, la música se escucha más fuerte, más gente alrededor que no para de animar. Los nuestros …

Será el final del camino? O una pausa?"" 

El día de mi cumpleaños Sergio me escribía un whatsapp que decía "Me quedo con esos últimos 3Km enfilando a la meta de alpedhuez, grandes momentos del año....sueños cumplidos!!". No pienso que necesite comentar nada más de esa experiencia.

A pesar de que preveíamos entrar juntos, la organización no pone problemas para entrar con niños, así que a unos 100m nos separamos y yo me voy por delante con Sara y David mientras él se queda para entrar después con sus peques.

Bailo, grito, salto, me abrazo con el speaker y, tras mirar a Leti que como no podía ser de otra manera allí está...me destrozo la garganta con el último alarido justo al pisar la línea de meta.

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