jueves, 3 de septiembre de 2015

MAS QUE DEPORTE. CAPITULO 4

Jueves 30 de Julio, hoy es el día en el que seré plenamente consciente de lo que me espera mañana, el día en el que vea claramente que ha llegado el momento de que los diez meses que llevo preparando este reto, cobren sentido y hagan que mañana todo salga como lo hemos previsto.

Hoy subiremos hasta Alped´Huez para recoger los dorsales, y para que Sara y David participen en el triatlón infantil que se organiza paralelamente al resto de pruebas. Alped´Huez no es un triatlón al uso, ya que no solo se desarrolla entre semana, sino que se compone de varias pruebas que se desarrollan en varios días. Este año en concreto, el Miércoles se celebra el duatlón, el Jueves el tri infantil, el Viernes la larga distancia y el Sábado el triatlón corto.

Los niños están nerviosos. Es otra de las partes que me gusta del deporte. El hecho de que hayamos sido capaces de generar una “familia deportista”, creo que es algo muy positivo en su educación y que, según van creciendo, nos permite compartir más cosas ya que es algo que podemos tener en común. Este año han sido varios los “entrenamientos” juntos, bien con Leti, bien conmigo han salido con sus bicis a acompañarnos mientras corremos, o hemos hecho algún paseo juntos en bici. También les gusta “entrenar en serio” y han practicado hasta las transiciones. Mención aparte merece el esfuerzo de David por mejorar en natación. Los dos se defienden bien, pero Sara tiene una habilidad natural para ello y nada realmente bien. David, aún nadando peor, no deja pasar una visita a la piscina sin practicar (a veces hace tantos metros que me deja alucinado) y sin preguntar que puede hacer para mejorar.

Hoy va a ser su día y, tras el triatlón de Logroño que ambos acabaron encantados el año pasado, van a correr su segundo triatlón y nada menos que en este entorno. Yo vivo todo esto muy emocionado, en más de una ocasión les hemos intentado transmitir la suerte que tienen y lo privilegiados que somos (tanto ellos como nosotros) de disfrutar la vida que tenemos. Tratamos de explicarles que las cosas no son gratis y que hay que valorar mucho lo que tenemos y ¿qué queréis que os diga?, para mí el que dos niños de 9 y 11 años estén en AlpedHuez para disfrutar de algo que les gusta, es un privilegio. Intento transmitirles mi filosofía del deporte, que compitan pero que disfruten, que exploten todas las cualidades que tengan, pero que se midan solo por lo que ellos logren. Si las comparativas a mi edad ya son muy relativas, a la suya lo son mucho más, dependiendo del grupo de edad las diferencias son enormes, así que intento que entiendan que están ahí para divertirse y que pueden hacerlo igual de bien ganando que llegando el último. Una cosa buena de este triatlón infantil es que no hay clasificación, no hay pódium, y no se considera para nada el orden de llegada.

Pero todo esto será de tarde. Por la mañana tendremos tiempo de conocer la estación de AlpedHuez y recoger los dorsales. Antes de eso, debemos subir el puerto con el coche y me llega un momento de “crisis total”. Es un puerto que agota subirlo en coche, literalmente se me hace eterno y en cada salida de cada curva me da la impresión de que la carretera se dispara de tal manera que no podré subirlo. Es totalmente verídico que me vine abajo y que me asaltaron muchas dudas sobre mis posibilidades. De noche, ya en casa, me pasé media hora revisando la altimetría y comparándola con puertos en los que había entrenado como Coto Bello, Lagos o San Lorenzo, para darme cuenta de que sí que podía. Más tarde me di cuenta que el hecho de que las curvas sean prácticamente llanas (o incluso ligeramente favorables), hace que desde el coche se perciba la siguiente rampa como mucho más dura de lo que es.
Una vez arriba, localizamos la feria del corredor y llegamos justitos a recoger los dorsales y ahí ya si que se pone en marcha la maquinaria precompetitiva…¡¡estamos en el lío!!.

Durante el paseo por los stands me tropiezo de frente con Marcel Zamora, sin duda uno de los mejores triatletas de larga distancia del mundo y cuyo libro “¿Quién quiere una vida mejor?” me inspiró y motivó bastante. No soy yo mucho de perseguir famosos, pero según le vi, me salió un “¡hombre Marcel…¿qué tal?” al que respondió con un “muy bien! y tú?”. Ja,ja,ja, un tío que ha ganado en múltiples ocasiones los ironman más duros (Embrun y Niza) y me saluda con una asombrosa sencillez y naturalidad. No lo puedo evitar y le pido una foto a la que también se une Sergio. Nos deseamos mutuamente suerte y nos despedimos. El como cada año, hará el triatlón corto como preparación del asalto a su sexto “Embrunman”.

Después de comer empieza el triatlón infantil. Los nervios son evidentes y los dos no paran de “analizar rivales”. Sobre todo Sara que está un poco acomplejada por la cantidad de bicis de carretera que va viendo. Lo cierto es que son de niños y niñas de categorías mayores y en las suyas la mayoría eran bicis de montaña. Trato de tranquilizarla y mentalizarla de que disfrute de lo que va a hacer.
En la entrada en boxes las llaman una a una (la organización impecable) y coloca todas las cosas bajo mi supervisión. Un último beso y ánimo y a la pisci. Me coloco para hacer las fotos de tal modo que veo toda la piscina. Mi idea es hacerle fotos nadando y bajar corriendo a la línea de meta para verla llegar.
Nada de lujo y, aunque tuvo un despiste en una boya del que pudo sacar algo de ventaja, sale del agua emparejada con la primera. Sale sonriendo y concentrada y en ese momento reconozco que me siento muy orgulloso. En la transición pierde ese puesto, ya que tiene que ponerse la camiseta y se nota que la otra niña es algo más “experta” ya que usa tritraje y cinta portadorsal. Da igual, sale sonriendo y apretando en la bici. Bajo a toda pastilla a la meta y tengo la suerte de verla en el circuito de bici, sigue con buena cara y apretando fuerte. Me voy a meta a esperarla y llega sonriendo y disfrutando, el speaker los recibe a todos como ganadores y realmente es un momento muy emotivo. Nos abrazamos y subimos de nuevo para esperar la salida de David.

Más o menos tengo calculado cuantas carreras habrá antes del turno de David, pero en un momento dado, Leti nos llama gritando que le toca y no está listo. A toda pastilla le pongo el gorro, el casco, las gafas….y lo metemos adentro. Hago lo mismo que con Sara y llego justo para ver como entra corriendo el último en la zona de la piscina. Mientras tomo alguna foto, pienso que los niños extranjeros deben alimentarse muy bien, porque a pesar de que David no es precisamente muy grande, casi todos le sacan la cabeza y alguno incluso un trozo más. Mi asombro aumenta cuando veo que salen del mismo sitio que Sara y que hacen la misma natación. Ya en meta, comprobaríamos que Leti se había colado y lo habíamos metido en la categoría superior!!.
Nos da igual, el chaval tiene madera de Trimineitor y, aunque en el agua alguno literalmente le pasa por encima, consigue sobrevivir y salir bien del agua. Le animo en la transición y de nuevo carrera a meta. Por el camino lo veo iniciar la segunda vuelta de bici (que en su categoría no debería haber hecho) y vuelvo a pensar que algo raro pasa. Al final llega a meta corriendo como una liebre y, aunque muy sofocado, también disfrutando y, más aún, cuando supo que había hecho “la carrera con los mayores”.

En resumen, una experiencia muy positiva para todos y que creo que a ellos les ha aportado un punto más de madurez y de sensación real de hacer “algo diferente”. Tiempo habrá para saber si este deporte les gusta y les engancha, hasta entonces seguiré siendo un papá muy orgulloso que disfruta de unas “competiciones” donde hasta la fecha, solo he visto compañerismo, diversión y deportividad.

Terminado esto, solo queda volver a bajar el puerto, volver a sufrir nervios evaluando cada rampa y volver a casa a descansar para ya si, llegar al día que tanto hemos esperado. Antes de dormirme, de nuevo unos mensajes con Bau hablando de mi miedo al puerto, de nuevo sus ánimos y una frase que tendría muy presente durante la subida del día siguiente “No te cebes y recuerda que luego hay que correr, que ese puerto es muy goloso si estás fuerte y tú estás fuerte, fuerte”, yo le contesté que no creía que pudiese pecar de fortaleza ahí, y le reiteraba el “acongoje” que había sufrido al subirlo en coche. Nos emplazamos para la llamada que le haría al cruzar la meta y con esa ilusión, cerré los ojos para aprovechar el último descanso.  

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