lunes, 5 de julio de 2021

LAS SEGADAS CORES. HABIA QUE HACERLO

 El despertador suena a las 2:15AM y la verdad es que lo hace cuando ya estoy despierto. Una mezcla de nerviosismo, miedo e ilusión me han despertado antes de que lo haga el estridente sonido de la alarma del móvil.

Arranca un día que va a ser muy largo y que tengo marcado en el calendario desde el día que mi hermano Bau me dijo que quería unir nuestra casa de Las Segadas, con el pueblo donde nació mi padre en Somiedo, Corés.

El origen de esta locura es que hace unos 43 años, mi padre, acompañado de varios compañeros de trabajo, realizaron esta misma ruta que hoy queremos repetir. En aquella ocasión, hicieron un tramo de unos 15Km en autobús (de Villanueva a Entrago) y, sorprendidos por una fuerte tormenta, tuvieron que finalizar su viaje en la localidad de La Riera y recurrir al coche para llegar a Corés “ahorrando” así otro buen número de kilómetros.

Aquella aventura, también se basó en otra historia sorprendente. En tiempos de la guerra civil, una mujer de Pigueña (el pueblo anterior a Corés, del que le separan 3 kilómetros) hizo ese recorrido solo para visitar a su marido, preso en una cárcel de La Manjoya. La historia cuenta que una vez que llegó, no lo pudo ver porque ese día no le dejaron salir al patio, con lo que dejó en Soto de Ribera la hogaza de pan que le llevaba, y se volvió…..

Sea como fuere, el olor de un RETO en un año donde mi cuerpo se negó en repetidas ocasiones a portarse bien conmigo, hizo que la motivación volviera a mí y, como tantas otras veces, con una preparación insuficiente llegara al día “d”.

Tres semanas sin alcohol, tres salidas largas (entre 25 y 35 Km) y poco más, eran mis credenciales ante una machada que en nuestros cálculos nos llevarían a unos 70Km y unas 15 horas en movimiento. El recorrido estaba más o menos claro con una parte “montuna” que nos generaba dudas entre Taja y Valcárcel.

La planificación del día tenía un punto clave y era que Leti estuviese en Taja con la furgo a nuestro paso, para poder hacer un avituallamiento largo, cambiarnos si fuese necesario y marcar un break bien claro en nuestro día. Los cálculos decían que Taja estaba a 40Km y nuestro objetivo era estar allí en unas ocho horas.

Con la colaboración de mi sobrino Dani que nos lleva a Las Segadas, hacemos la primera foto delante del “número 26”, nos damos un abrazo y apenas pasadas las 3 de la mañana, empezamos a caminar.

Soy consciente de que Bau camina mucho más rápido que yo, pero él también lo es de mi capacidad de “metrónomo” y que la clave hoy está en aguantar, en resistir muchísimas horas y para eso, será vital controlar el ritmo.

Bajamos por Ferreros, Bueño (donde nos saludan dos jabalíes a la vera del camino) y cruzamos el Nalón para llegar a Palomar. De Palomar arranca la primera subida del día que, sin ser extremadamente dura, si es constante y pasando por Fuejos, Labarejos y Lavares nos lleva a la parte alta de la fuerte bajada de Tenebredo.

Esta bajada marca un poco el estado de los pies (mi mayor preocupación) en los que ya se nota algún pequeño roce que no presagia nada bueno. Llevamos varios kilómetros con la única luz del frontal, que destaca los ojos de un zorrín pegado a la carretera.

Llegamos a Villanueva con las primeras luces del alba. Pronto enlazamos con la Senda del Oso y hacemos la primera parada del día para comer algo y quitarnos los chubasqueros. Llevamos unos 16 Km, algo más de tres horas. Vamos muy bien.

El tramo de la Senda es llevadero. Apenas hay desnivel, mantenemos un buen ritmo por encima de los 5Km/hora y descubrimos la belleza de un recorrido que nos sorprende. En este tramo, el reloj de Bau se vuelve loco y empieza a marcar ritmos mucho más altos de los reales. Afortunadamente, el mío sigue marcando de manera perfecta y lo vamos comprobando en cada uno de los hitos kilométricos que jalonan el trazado.

Llegamos a Entrago. Tenemos marcado este punto como de “parada larga” y yo voy soñando ya con un pincho y una fresca Coca Cola. La senda nos deja en un punto en el que hay que retroceder para meterse en el pueblo y buscar un bar abierto…¡¡no lo hay!!.

Afortunadamente, una señora nos dice que en la panadería tienen bebidas y bollos. Mientras Bau va a por provisiones, yo me reviso el pie izquierdo y con preocupación descubro una fea ampolla justo en el arranque de los dedos. Mala pinta. Pongo como puedo un Compeed y trato de olvidarme de ella. Bau vuelve con un tesoro!, una Coca Cola fría y un buen bollo de chorizo ¿quién quiere más?.

Informamos a Leti de nuestra posición. Para vernos en Taja ella debe salir de casa una media hora después de que nosotros arranquemos. Llevamos 32Km, el indicador de la carretera marca 9 a Taja y, considerando que es una subida dura, calculamos dos horas de recorrido.

Los primeros pasos tras la parada son horribles. Es ese momento en que todas las rozaduras empiezan a reivindicar su protagonismo y, de hacer apuestas viéndonos arrancar, nadie nos consideraría buenos candidatos para llevar a buen término lo que nos queda.

Poco a poco, todo se estabiliza y con el buen humor siempre por bandera, atacamos la subida. Los primeros kilómetros son bastante suaves, pero la parte final mantiene una pendiente constante y dura. En las notas que mi padre escribió en su día, había una mención a esta subida que tenemos muy presente….”a partir del kilómetro 6 de la subida a Taja, cualquier excusa es buena para dejar de caminar”.

La verdad es que nos reímos muchísimo con esto y, ¿cómo no? alcanzado el indicador del kilómetro 6, hacemos una foto y se la mandamos a mi padre con esa referencia.

Seguimos ascendiendo, el día está espectacular sin la anunciada lluvia y con unas vistas impresionantes según vamos ganando altura. Reconozco que en la parte final, el cansancio empieza a pesarme. Llegamos al kilómetro 40 con tan solo unos segundos por encima de las 8 horas. Es decir, con dos paradas (una de ellas más larga) estamos en una media de 5Km/h que era una referencia de paso muy buena a priori.

Menos de un kilómetro para Taja, y nos pasa Leti con la furgo. La planificación ha funcionado como un reloj. Llegamos a Taja con 42 kilómetros recorridos.

En el pueblo, preguntamos por la salida para Valcárcel y los gestos de asombro de los parroquianos nos traen dudas, ¿será tan duro como dicen?.

Hacemos una parada larga y tranquila. Yo aprovecho y me cambio los calcetines. Tenía previsto cambiar el calzado pero, a pesar de las molestias de las ampollas, parece que puedo aguantar y decido mantener los playeros con los que salí, limitando el cambio a poner unos calcetines limpios y secos.

Comemos algo de pasta (yo poca, estoy ya un poco cansado y no “me entra”), pero si doy buena cuenta de casi un litro de Coca Cola. No soy un consumidor habitual, y tal vez por eso para mí es como un elixir en grandes esfuerzos, cosa que descubrí en 2014 en mi primer ironman.

Rozando las 9 horas de aventura, retomamos el camino y salimos de Taja. Justo antes de hacerlo, volvemos a confirmar con un paisano la ruta a seguir. Nos da unas indicaciones que a la postre serían decisivas para no cometer errores de orientación que podrían haber sido desastrosos. No se me olvidarán “pasar una manga para el ganado (cercado para poder recogerlo cuando es necesario), llegar a una cancilla, y alcanzar una balsa donde carga agua el helicóptero en caso de incendio”.


La salida de Taja es sin duda una puesta a prueba no solo de nuestro físico, sino de nuestra moral. Son dos o tres kilómetros con un desnivel brutal por una pista hormigonada que no parece terminar nunca. Vamos viendo en el reloj como el desnivel positivo aumenta sin parar. Tenemos la referencia de la altura a la que debemos llegar, pero Bau comete un error (tal vez intencionado para motivarme ¿?) y me dice que serán 1230 metros. El error es evidente cuando a los 1250m mirando para arriba no se ve el final de la rampa.

Alcanzamos la Vega de Cueiro en los 1350m (seguramente Bau “bailó” el 2 y el 3…je,je) y ahí el esfuerzo se ve recompensado en forma de espectacular paisaje. Una enorme y verde campera se abre delante de nosotros y por detrás la altura ganada nos ofrece unas vistas preciosas. La temperatura ha bajado unos grados por el viento que corre, por lo que paramos a poner los chubasqueros.


Por un sendero ya definitivamente montañero, cruzamos la preciosa vega y llegamos a una cancilla en la que dudamos mucho….¿había que cruzarla o no?. El móvil de Bau parece indicar que si, y lo hacemos, pero a los pocos metros yo dudo mucho. En Taja nos habían indicado la dirección a seguir, y no era la que estábamos tomando. Abro el maps en mi móvil y con la foto satélite, encuentro Valcárcel e identifico unas peñas. Lo tengo claro, hay que desandar unos metros y tomar otra dirección.

Lo hacemos buscando por la izquierda la salida de la vega. A los pocos metros, otra cancilla, más dudas, de nuevo el móvil, de nuevo sitúo lo que vemos y lo tenemos claro. Esta si la cruzamos.

Al poco llegamos a la “Y” que marca la separación de caminos. Hacia la derecha iríamos a La Bustariega, y hacia a la izquierda a nuestro objetivo, a Valcárcel. Tomamos el ramal de la izquierda y ¡ahí está la balsa de los bomberos!. La indicación del paisano aquí era clara….”de ahí pa bajo directos a Valcárcel”.

Reponemos líquidos en una muy buena fuente, Bau se reajusta los calcetines y comenzamos el infernal descenso al Valcárcel. Para mi, la parte más “pestosa” sin duda del recorrido. Es una bajada eterna, con desniveles muy fuertes que nos obligan a trotar. Las piernas lo agradecen, pero mis pies se quejan y mucho. Por si fuese poco, en esta zona el viento apenas entra y el recorrido es una caldera. A pesar de habernos quitado los chubasqueros, la sensación de “tueste” es muy fuerte.

Finalmente llegamos a Valcárcel e, ingenuamente, pensamos que ya hemos pasado lo peor. En el pueblo preguntamos por el camino a Clavillas y nos dan unas precisas indicaciones que confirmamos con una señora mayor justo en la entrada del sendero que une las dos localidades. Un camino precioso, algo abandonado pero muy llevadero.

Alcanzamos Clavillas, nos hacemos una foto delante de la iglesia que no podemos enviar por falta de cobertura y con la moral por las nubes, buscamos la salida hacia Santiago que en nuestra cabeza debía tener grandes indicadores de neón. Nada más lejos de la realidad.

Una primera posible entrada presenta una valla de cierre y parece llevar solo a un prao. Una segunda (la que consideramos más válida) se encuentra cegada por ortigas más altas que nosotros. La tercera opción, también cerrada con dos vallas de carretera, nos parece el acceso a una finca privada.

Momento de bajón. Sabemos que el pueblo está cerca, pero este tramo que debía ser fácil se nos niega, y la alternativa es bajar a La Riera por carretera aumentando nuestro reto en uno 5 o 6 Km…..más de una hora a sumar a nuestro maltrecho cuerpo.

Nos rehacemos y, entre bromas, bajamos el pueblo y arrancamos a caminar por el asfalto. A unos 500 metros desde la carretera vemos Santiago (¡¡está muy cerca si hubiese camino!!). Revisamos la ladera contraria y podemos intuir lo que podría ser el camino. Muchas dudas, ¿volvemos a intentarlo o seguimos?. Llevamos unas 12 horas de aventura, el cansancio, el calor, el sueño de esa Coca Cola fría, la rabia de no poder ir por donde queríamos, el miedo a volver y no encontrar el paso. Demasiadas emociones que solo un equipo muy bien compenetrado (tengo que reconocer que en ese aspecto la jornada fue una pasada, no hubo ni una sola fisura en el team montado), puede resolver rápido y con sentido del humor. Vamos a dar la vuelta y vamos a encontrar el puto camino, y no solo eso, esta parte llana la vamos a correr!.

Dicho y hecho, trotamos unos 300 metros y volvemos a caminar cuando la carretera se empina buscando el pueblo. La subida “duele” pero seguimos soñando con el bar de Santiago y el merecido descanso. Entramos por la primera de la vallas a un prao….y aquí no hay ningún camino.

Momento realmente crítico. Intento describirlo de la mejor manera posible. Estamos en una ladera empinada, el sol cae a plomo, el cansancio es notable ya y, sobre todo, los pies sufren muchísimo en un terreno irregular. Avanzamos sin encontrar ninguna salida válida y el fantasma de tener que volver a desandar y retomar la carretera nos pone de muy mal humor.

Es el momento para frases como “por mis cojones pero tenemos que llegar”, “buf yo si doy la vuelta llamo a Leti y a tomar pol culo todo” (siento la crudeza pero hay que vivirlo). Por si fuese poco, el relato de mi padre describía un camino perfecto e ideal, ya que en su tiempo en Santiago no había cementerio y por ese teórico camino subían los ataúdes de los fallecidos para enterrarlos en Clavillas. Os ahorraré los comentarios que se nos ocurrieron sobre este tema durante los largos minutos que deambulamos por aquella ladera.

Finalmente, intuimos unos cuantos metros por debajo de nosotros lo que puede ser un camino. Bau toma el mando y saltando murias, fozando entre escobas y tirando de mala ostia me lleva hasta lo que, si, podría ser un camino.

Pronto vemos que sin duda éste es el camino, pero está completamente en desuso y conquistado por maleza que afortunadamente, no es lo suficientemente densa como para impedirnos el paso.

LLEGAMOS A SANTIAGO!!. Me giro y le intento dar un abrazo a Bau, pero no lo consigo, va ciego carretera abajo en busca del bar. Llevamos mucho tiempo soñando con las frescas burbujas recorriendo nuestras gargantas. Según descendemos tengo un mal presentimiento, aunque hay algún coche, creo que son pocos y empiezo a creer que el bar puede estar cerrado.

Al llegar abajo se confirma….¡mazazo!. Unos cagamentos, un bajón de moral…y a buscar el de Aguasmestas. Es un tramo feo de carretera. Bau dice que hay que poner buen ritmo y que debemos hacer sobre 11 minutos el kilómetro. Yo voy cansado, me pongo detrás y aguanto el ritmo que pone. Miro el primer kilómetro y le riño 9:50, sigue con cara de bueno…el segundo 10:10. Le insisto en que cuando yo estudiaba eso era ir más rápido de los 5,5Km/h que dijo.

Llegamos a Aguasmestas, pequeño desvío buscando el bar...y cerrado!!. No lo podemos creer. Nos quedamos un rato sin saber que hacer. La verdad es que contábamos con ese break antes del arreón final y nos hunde. Único lunar en la moral de Bau. Se pone de mala ostia y eso es malo para mi….enfadado camina más rápido!.

Es cierto que aquí ya se que vamos a llegar 100% seguro, quedan aún unos 9 kilómetros, pero ya estamos en casa. Este tramo lo he hecho andando, en bici, solo, acompañado, estoy en casa.

Con todo, según retomamos la marcha, algo no va bien. En cada mínimo repecho Bau se me escapa…literalmente, no tengo fuerzas. Me doy cuenta que he cometido un error de novato, y que entre el despiste de Clavillas y la “búsqueda del bar”, llevo (llevamos) más de 6 horas sin ingerir nada y estoy vacío.

Se lo digo a Bau y, sobre la marcha y sin parar, saca unas chocolatinas de su mochila de las que doy buena cuenta. Mentalmente me centro en avanzar y así ataco la penúltima dificultad que es la subida a Pigueña. Aquí ya no hay bromas, me concentro en marcar un ritmo constante y para mi exigente. Bau actúa como un escudero de 10, va mejor que yo físicamente, pero se pone paralelo a mi, unos centímetros por detrás dejándome subir a mi ritmo. Durante la subida, me entretengo pensando en grabar un audio para pasarle a Leti, emulando a Javier Ares en una emocionante etapa del tour.

Justo al pasar Pigueña, y cuando me pongo a grabar ese audio, nos entra un was de Leti “escuadrón al rescate en Brañas” acompañado de una foto de ella y mi padre. Como casi siempre que hago retos “gordos” las emociones salen a flor de piel y me cuesta retener un sollozo, mientras medio en coña le digo a Bau “mierda…ya me jodieron la broma”.

Me rehago y grabo ese audio (una lástima no poder reproducirlo aquí) y continuamos la marcha hasta la base de las terroríficas rampas de Brañas (superan el 20%) donde nos encontramos con ellos, nos damos un emotivo abrazo y continuamos sin parar bebiendo ¡¡por fin!! las Coca Colas que Leti nos bajó.

Superamos Brañas tirando ya de “efecto meta” y en silencio, nos vamos acercando a Corés. Bau rompe ese silencio con un “¿nos haremos una foto no?....y seguidamente paramos los relojes junto al cartel de CORES. Lo hemos hecho!!!.


Los datos son realmente impresionantes. La aventura en total nos ha supuesto 15:29 horas. Hemos recorrido 70,4Km en los que hemos subido 2.179 metros y bajado 1.651. Mi reloj indica que he dado 86.288 pasos y quemado 9.512 Kcal.

Lo cierto es que a nivel personal la experiencia me resultó mucho, pero mucho, más gratificante de lo esperado. Me aportó la sensación de “reto superado” que hacía mucho tiempo que no tenía, me hizo reafirmar lo realmente afortunado que soy de tener mucha gente que me quiere (mi hermano 15 horas conmigo mano a mano, mi mujer de apoyo en todo, mi familia y mis amigos preguntando y en cierto modo “compartiendo” el reto…). Realmente afortunado.

Y esto es todo. Quien sabe? Tal vez uno de mis hijos dentro de 30 o 40 años decida emular a su viejo y este relato le sirva de guía. De no ser así, espero que al menos os haya entretenido y desde luego, para mí será un recuerdo imborrable de una experiencia maravillosa.