viernes, 15 de julio de 2022

UNA MUESCA MAS.. Y QUÉ MUESCA!

En el momento de arrancar a escribir, no tengo claro que vaya a publicar esta entrada. Lo cierto es que este último RETO lo he llevado muy en privado, solo compartido con los más cercanos y ha sido algo íntimo, discreto y sin focos. Los motivos son claros y en este relato quedarán claros, y si escribo esto es porque me encanta releer cosas de 2014, revivir sensaciones y sobre todo, valorar lo que hemos ido haciendo. 
Lo publique o no, dejaré escrita esta experiencia porque estoy seguro no solo de que yo la disfrutaré cuando la relea en unos años, sino porque seguro que mis hijos también lo harán...¿Quién sabe dentro de cuántos años y en qué circunstancias?. 
En Junio de 2019, me tiré al agua del lago de As Pontes para intentar hacer un nuevo medio Iron Man. Minutos después, la niebla lo paralizó e hizo que se convirtiera en un duatlón para el que no estaba preparado y por eso, no tomé la salida. 
Después de aquello, el mundo comenzó a dar tumbos y la vida de todos, en mayor o menor medida, cambió. En mi caso, el proyecto del Iron Man de Copenhague se fue al garete y con él gran parte de mi ya justa forma física. Así y todo, me considero un privilegiado en el trato que la pandemia tuvo conmigo. Sin daños graves en mi entorno cercano, 2020 y 2021 pasaron, e incluso en 2021 volví a concluir un triatlón con el Olímpico de Castropol. 
En 2022 el plan era claro, volvería retomar entrenos, "vida sana" y volvería a As Pontes para hacer el medio Iron Man y volvería a sentirme triatleta. Pretemporada normal, salvo por el peso que ya no cede ante mis intentos como antaño, y llegaba a fin de año en buenas condiciones para afrontar 6 meses de entrenamientos enfocados a poder estar en esa playa de As Pontes en las mejores condiciones posibles. 
Semana de Navidad, y el bichito viene a verme. Sin poder hablar de "gravedad", si es cierto que me pilla fuerte y me tiene una semana bastante fastidiado. Además, coincide un parón total con las fiestas con lo que el peso se dispara y la forma desaparece por completo. No me pongo muy nervioso, hay tiempo, y hay ganas. 
Los siguientes cuatro meses, son un infierno. Aunque en mi vida normal apenas se nota, no soy capaz de hacer ni un solo entrenamiento en condiciones. Dolor articular, fatiga muscular y, sobre todo, una falta de "pulmón" tremenda. A eso, se le unen los malditos acúfenos (pitidos continuos en los oídos) que no ayudan a descansar, ni a estar de buen humor. Hay infinidad de días en los que estoy a punto de abandonarlo todo (lo deportivo). Salgo a correr y no logro ni hacer 2 o 3 Km a 6min/km antes de tener que caminar, en bicicleta no soy capaz de pasar un repecho sin quedarme sin aliento, y solo nadando (muy lento) parece que "soy yo". Tengo claro que sigo básicamente por orgullo, y por mi familia. No quiero ser un "viejo" el año que cumplo 50. No quiero ser un gordo que se abandona. 
Leti tiene paciencia infinita conmigo y siempre anima (incluso cuando ya ni siquiera voy a correr con ella porque no puedo seguirla), para Sara se que soy un referente, debo serlo. Y David...buf...compartir mi deporte con mi hijo es algo extraordinario, y él tiene una habilidad extraordinaria para, puede que sin ser del todo consciente, motivarme a seguir. Compartimos varias salidas de bici, tanto de carretera como de montaña, y siempre JUNTOS. Anda mucho más que yo, sobre todo en subida, y así y todo siempre son salidas agradables donde me fuerzo y donde "sigo ahí". 
En un ejercicio casi a la desesperada, el 3 de Mayo me apunto con él al Triatlón Sprint de Luarca. Se disputará el 12 de Junio y, aunque en ese momento no tenía ninguna opción, pienso que necesito buscar algo que me ayude a no tirar definitivamente la toalla y, no hay duda, ninguna motivación puede ser mejor que ésta. 
Arranca Mayo sin ningún cambio, empiezo de nuevo a registrar mis "entrenamientos" (en Abril dejé de usar el reloj para no desmoralizarme aún más) y lo cierto es que no hay manera. Mi cuerpo se niega y tan solo logro disfrutar en alguna salida en aguas abiertas que, aunque muy lentas, si puedo considerarlas medianamente normales. Sobre mediados de Mayo, parece que empiezo a notar alguna mejoría y eso anima.
No tengo claro si será ya un poco tarde, el peso se ha disparado y al menos me sobran 5 kilos para poder considerar que estoy "aceptable".
Así y todo, el 21 de Mayo voy con David a Luanco a hacer una simulada de triatlón sobre distancia Sprint y, aunque hay paradas y descansos que lo hacen más ligero que un triatlón "de verdad", consigo disfrutar del día.
El 12 de Junio, cumplo mi sueño de hacer un triatlón junto a David. Aunque no nado mal, él ya está en otra órbita pero como hemos hablado, me espera al inicio del sector de bici para ir juntos. Aunque accidentada por una caída, la bici es un disfrute y la carrera a pie, la sobrevivo. Sin duda, una experiencia más que me ratifica en la lucha que mantengo cada día por mantenerme. Luarca 2022 quedará para siempre en mi memoria como un día grande.
Tras Luarca, sigo con muchísimas dudas de si ir a As Pontes o no, quedan solo dos semanas y en lo que va de año no he pasado nunca de 13Km corriendo ni he hecho nada en bici cercano a los 90Km. Además, las fotos de Luarca demuestran que no tengo cuerpo para el tritraje y, aunque se que suena pueril a estas alturas, para mí eso es un hándicap importante.
Por si fuera poco, esas semanas están llenas de "eventos" en los que precisamente la pasta "limpia", las ensaladas o el agua no dominan en el menú. El día 18, decido hacer el "test definitivo" y cojo la bici para ir y volver a Cangas de Onis. En total serán unos 90Km y si sobrevivo con dignidad, iremos a As Pontes.
El resultado es muy bueno hasta los 75Km y lo esperado a partir de ahí, no hay entreno suficiente para aguantar tanto tiempo en la bici, pero a base de cabezonería registro 95Km en 3:30h lo que pone en mi cabeza la llegada a la T2 de As Pontes....luego solo quedarán 21Km de carrera, así que ¿Cómo no vamos a ir?. 
Tras este largo, pero creo que necesario, prólogo, hemos llegado a la playa, es la sexta vez que voy a escuchar una bocina y me voy a meter en el lago de As Pontes.
En esta ocasión, voy solo. Un inoportuno examen de David hace imposible el ideal viaje en familia, así que me voy con la furgo yo solo.
El previo al tri es una gozada. Como con mi amigo Alejandro (y me acuerdo de aquellos trotes mañaneros de hace años cuando compartíamos jornadas del Audi Smart Team), y disfruto de la compañía de una gran persona.
El sábado es muy tranquilo, ceno solo en la furgo, veo una peli y duermo a gusto en la zona de autocaravanas. ¿Estoy demasiado tranquilo?.
La suerte es que durmiendo a 200m de la salida, la mañana del Domingo es de todo, menos estresada. Me despierto con tiempo, hago un buen café y lo acompaño con un par de pastas que compré ayer. Pienso en aquellos tiempos de "pro", cuando tenía toda la alimentación controlada e incluso una "chuleta" con todo lo que llegaría a tomar en competición (sales, geles, bebida..). Hoy voy a tomar, lo que vaya encontrando....
Sin que aumente el nerviosismo, dejo todo todo listo en el box. Una de las claves para que me decidiera a venir, es que hay carpas en las que poder cambiarse. Como dije, tras ver fotos de Luarca, me di cuenta de lo gordo que estoy y, lo siento uno es orgulloso, no estoy para competir en tritraje. Por este motivo, llevo culotte y maillot para la bici, y una malla y camiseta para la carrera. Seguiré estando igual de gordo, pero lo disimularé.
Cámara de llamadas, y ahí si me emociono. Echo mucho de menos (más de lo que esperaba) a Leti y a David. Por todo lo explicado, el simple hecho de estar aquí con el neopreno puesto es algo muy importante para mí. Me gustaría compartirlo, pero bueno...no todo se puede lograr.
Una vez en la playa, sigo siendo muy consciente de que si estoy aquí es por mi capacidad mental para adaptarme a las circunstancias. El físico no lo tengo, pero si (en ese momento lo creo firmemente) la cabeza para regularme de tal modo que el día acabe con una medalla colgada en mi cuello.
Abrazo a todos los conocidos que tengo allí, Alejandro, Beni, Sergio....y, una vez más y es la sexta, suena una bocina para que me lance al lago de As Pontes.
El arranque de la natación, es caótico. Aunque evidentemente no voy a meterme en peleas, el camino hasta la primera boya es de lo más "sucio" que he nadado. Golpes, patadas, parones, gente que se da la vuelta...en fin, un caos. Pienso que tal vez sea la falta de práctica, pero luego Beni me confirmaría que no, que realmente fue una salida muy poco limpia.
Yo a lo mío, me desenvuelvo bien en este entorno y, extremando la precaución y con mucha calma, me voy protegiendo y llego a la primera boya con tan solo algún contacto mínimo.
A partir de aquí, la cosa es mucho más tranquila y empiezo a disfrutar. Se que estoy nadando lento, pero siento que deslizo bien y sin esfuerzo. Voy pensando de nuevo en lo extraordinario de estar aquí, veo mucha gente alrededor y eso me anima. En el giro de la segunda boya puedo ver muchos brazos por detrás. Vamos bien.
El último tramo se hace un poco largo, pero sigo yendo muy bien. De hecho aprieto sin problemas para pasar limpio la última boya...y ya estamos en tierra. 
Miro el reloj, 1.950m 39min 45seg, sencillamente espectacular para lo que había previsto.
Animado me voy al box para coger la bolsa e ir a la carpa a vestirme de ciclista. Sorpresa!!. A pesar de haber preguntado a dos jueces diferentes por la mañana si podía dejar dos bolsas en la caja con la ropa de bici/carrera y recibir la misma respuesta "mientras estén dentro de la caja, sin problema", me encuentro con que me han sacado la ropa de las bolsas y está mezclada en la caja. Aunque me cabreo un poco, el problema no es grande (ya que prisa no llevo). Cojo el culotte, el maillot, los calcetines y las zapatillas y me voy a la carpa.
Allí me encuentro con dos compañeros con los que charlo, y les explico brevemente mi historia con el COVID. Me cambio con calma, vuelvo al box, casco, gafas, descuelgo la bici...y al lío.
Empiezo con calma, conozco perfectamente mis límites y se que están justo en la distancia de hoy. Tengo que ser capaz de ir constante pero sin forzar lo más mínimo, o no llegaré.
Al poco de salir, me pasa "Michu el de Soto Rey". Lo saludo y le grito "la ostia!!!, gané nadando a Michu!!", el humor no se pierde nunca.
Van pasando kilómetros y en la subida al pequeño puerto que tiene el recorrido, me pasa un compañero que me saluda, me anima y me dice que vaya grande que soy estando ahí. La verdad es que no me suena de nada y me sorprende. Se lo digo, y me dice que es uno de los que estaba en la carpa, que está alucinado de que haya venido con tan poco margen después de lo del COVID y que seguro que acabo y bien.
Cosas que tiene este deporte. Ese ánimo me llega muy adentro, y la verdad es que he tratado de averiguar quien era (porque luego volvió a animarme en otro cruce de bici e incluso en carrera) pero no recuerdo ni dorsal, ni equipo...ni nada. es casi imposible ya que llegue a contactar, pero aquí queda mi GRACIAS!.
Llego al primer giro, mi idea es andar sobre los 25Km/h y justo ahí estoy. El reloj marca sobre 25Km y llevo una hora pedaleando. Bien, seguimos!.
La vuelta sin novedad, es algo más llevadera y fuerzo un poco antes de la bajada final para tratar de mantener el ritmo que me sitúe por debajo de las tres horas y media ideales.
Nuevo giro, más bromas con los voluntarios y a por la segunda vuelta. Aquí me entretengo un poco animando a los "voladores" que en distancia Ironman me van pasando como tiros. Aunque la mayoría responde a ese ánimo, me quedo con el que va liderando la prueba. Me pasa como un obus, acoplado, pero cuando le grito "va, va, va...", saca la mano derecha con el pulgar hacia arriba para agradecer el ánimo. Cosas que tiene este deporte.
Emotivos también los cruces con Jesús Rodil, que está en su octavo As Pontes en la "distancia de los mayores", aquí empezamos en 2014, aquí seguimos cada uno en su papel actual.
Sobre el kilómetro 75, el guión se cumple. Dolor de espalda, de brazos, de cuello. Miro de nuevo el reloj y veo que, al contrario que en la natación, aquí no va a haber milagro y voy a estar muy justo para cumplir con las tres horas y media. Es en estos momentos donde soy plenamente consciente de lo que la gente llama "tener experiencia". Aunque la euforia de la competición, y el haber llegado hasta este kilómetro casi de gratis, hacen muy sencillo el soñar con mejorar tiempos que ya en si son una gesta dadas las circunstancias, es el momento de asumir la realidad, de darse cuenta que cuando decidí meterme en la salida, la posibilidad de ser finisher era remota.
Sin dejar de mantener el avance, me concentro es disfrutar del hecho de que estaré en esas tres horas y media si bajo rápido y no aflojo hasta el box. Es cierto que pienso que va a ser imposible cumplir con los 21Km a pie, pero en mi cabeza dejo esa batalla para luego y sigo.
Adelanto a una chica con calambres y a otro compañero con fuertes dolores de espalda. Los animo...y me animo.
Llego al box, 90,45Km 3h 32min....ni tan mal.
Hasta ahora, las cosas han salido de cine. Vuelvo a la carpa y cambio culotte y maillot por camiseta y malla. Bromeo con los voluntarios que están por allí y, con toda la calma del mundo, pongo el reloj en modo carrera y arranco a trotar.
Voy todo lo despacio que puedo, las sensaciones no son buenas, pero se que en unos quinientos metros está la subida que haré andando y ahí cuento con "reprogramarme".
Antes de llegar allí, el cuádriceps izquierdo me empieza a doler, se agarrota cada vez más y cada apoyo es una tortura, mierda! ¿tan pronto?. Llego a la subida y dejo de correr para caminar.
Momento demoledor, no puedo ni siquiera caminar sin que el dolor sea insoportable. Noto como si una mano me estrujara el músculo justo encima de la rodilla y la pierna se queda rígida. Me hundo por completo. Ni siquiera voy a poder intentarlo.
Me paro y estiro la pierna por detrás, doy patadas al suelo todo lo fuerte que puedo. Si voy a dejarlo aquí, que sea habiendo probado todo lo que se me ocurre.
En este punto adelanto a tres compañeros que claramente van a ir juntos. Aún en mi desesperación, bromeo con ellos y, en la parte alta de la cuesta y con un "vamos a acabar chavales, por mis cojones", arranco a trotar de nuevo.
Parece que el dolor disminuye, aunque es evidente (por fin la distancia me pone en mi sitio) que no tengo la preparación suficiente para hacer esto como soñaba. Al menos puedo trotar y así me mantengo en carrera.
Mi objetivo aquí es claro. Si hago los 21 Km en 2h 30min, será increíble y para eso tengo que llevar los kilómetros sobre los 7 minutos, todo lo que baje de ahí, margen que tendremos.
Con esa idea en la cabeza, alterno el correr con el caminar en un ejercicio de autocontrol tremendo. Con ese sistema, la respiración o el pulso no es un problema. En este sentido voy sin mucha fatiga y bien. Muscularmente es otra historia. Soy consciente de que estoy al límite y cada metro avanzado es un triunfo.
Llegamos al kilómetro 10 en 1h y 8 minutos (media 6:48). Buff, se lo que estoy aguantando, pero de nuevo el registro es impresionante. En el 11 es donde hago mi cálculo mental. Con 10Km por delante tengo sobre hora y cuarto para terminar. Puedo hacerlo!.
Sigo de buen humor, hablo y bromeo con público, con voluntarios, con compañeros.
Me pita el kilómetro 15, me está costando meter cada kilómetro en los 7 minutos, pero estamos cerca. Las piernas pesan mucho, los tramos corriendo se acortan y se alargan los caminados. Se que llegaremos, no hay otra forma de volver a la furgo que no sea por el camino a meta.
Voy pensando ya en la meta, en la medalla, en que no tengo a nadie de casa para ponérmela, me emociono.
Justo con el kilómetro 16 a la vista, se acaba lo que hasta ahora había sido un guion casi perfecto. De manera coordinada, los dos gemelos (que venían con pinchazos desde hacía tiempo) se me suben hasta las rodillas, haciendo que casi me caiga y provocándome un dolor brutal. ¿Aquí? ¿ahora?....solo necesito media hora larga y me vais a abandonar?.
Me rehago un poco y camino. Es complicado explicar las sensaciones pero, como era de esperar, mi cuerpo ha dicho basta. Cadera, isquios, rodillas, cuádriceps y sobre todo gemelos me recuerdan mi falta de preparación, mi sobrepeso y la realidad de lo que es un medio Ironman.
Cada vez que intento trotar, los gemelos me dicen que no. Mi cabeza funciona bien y me enfado. Me enfado porque, a pesar de conocer mis limitaciones, he estado a punto de cumplir las mejores previsiones. No llevo cuenta del tiempo global, pero estoy seguro que con la media en 2:30, bajaría el total de las 7 horas y eso, hubiese sido increíble.
Así y todo, continúo...no hay plan B.
Camino lo más rápido que puedo, los tiempos se van entre 8:30 y 9:00, no doy para más. Justo antes del último avituallamiento, al levantar la vista, me noto mareado. Apenas quedan dos kilómetros largos, y son favorables, pero me asusto. Me estoy acercando a las 7 horas de competición en las que, aún regulando, he llevado mi cuerpo por encima de lo que creo puede ofrecerme. Ni siquiera recuerdo si me planteé abandonar, pero si la sensación de estar un poco "pasado".
En el avituallamiento paro, me echo una botella de agua por encima y charlo con dos voluntarios. Me dicen que ya lo tengo, que ya es para abajo y que disfrute. Trato de correr y de nuevo los gemelos me dicen que no. Toca caminar.
En la zona final, la gente no entiende porque no troto. Me animan y me gritan que ya está que corra, que es para abajo. Les digo que no puedo, que tengo que ir así, es jodido.
Ya veo el lago y la meta. Justo antes de empezar a bajar, una familia está sentada a la izquierda. Me animan, doy las gracias y la cría (unos 6-8 años) se levanta y grita "vamos campeón, corre que ya está!!". Me desmorono, empiezo a llorar y no puedo respirar. Paso un momento de mucho apuro y tengo que pararme para recuperar la respiración. Cosas que tiene este deporte.
Me rehago y, siempre caminando, bajo hacia el lago y afronto los últimos 500 metros. Intento correr, imposible, me desespero. Llega la recta final, ya en hierba y decido que si las piernas revientan, que revienten, estos metros los haré corriendo. Soy consciente que casi me arrastro, pero al menos cuando paro el reloj, lo hago en un gesto de carrera.
21,35Km 2h 39min....el reloj de meta marca 7:05, no hemos logrado "el objetivo".
Me pone la medalla una chica, que me felicita. Le digo que es la quinta vez que cruzo esa meta en diferentes distancias. Sigo caminando, solo.
Paso por delante de la carpa post meta y me escondo como puedo para llorar. Esta vez, la emoción no llegó con la meta, llega ahora.
Es raro estar solo, pero me libero y me desahogo a gusto.
Vuelvo a la carpa tranquilo y veo a Beni. Es lo más parecido a familia que tengo allí, y de nuevo me desmorono un poco, ¿Qué le vamos a hacer? soy así.
Beni sabe bien lo que hay y se limita a estar allí. Otros compañeros y algún voluntario se acercan a preguntarme cómo estoy, acierto a decirles que bien, que solo es emoción.
Por fin, me recupero del todo y con una cerveza en la mano ¿Qué le vamos a hacer? soy así, las cosas se estabilizan. Con mucho dolor de piernas, voy hasta una mesa felicitando y saludando a varios compañeros con los que he compartido momentos en carrera. Cosas que tiene este deporte.
El broche final, lo pone el saludo con una chica con la que he hablado en todos los cruces y de la que recuerdo perfectamente un ánimo que me dio. Yo iba caminando en ese momento, supongo que con mala cara y ella me dijo "ánimo!, así también se termina!". 
Cuando voy a recoger la bici, veo que está a punto de entrar, me acerco a la valla para animarla. Cruza la meta y viene hacia mi, un abrazo (que capta el fotógrafo en una imagen que me encanta y que cierra este relato) y palabras de valoración de lo hecho por ambos pone el cierre a un día realmente especial.
Con el paso de los días, fui valorando y analizando la experiencia. 
Mi orgullo por ser capaz de retarme de ese modo creció. Mi sensación de haber hecho algo útil, no solo para mi, sino para continuar enseñando a mis hijos el valor del esfuerzo, también. El respeto y cariño de compañeros sensibles a mi situación especial este año, me hizo sentir querido y apoyado.
Este triatlón, también marco un punto de inflexión en cuanto a mi estado físico. Sin duda ya lo sabía, pero quedó evidenciado que ir a una prueba así sin la debida preparación no es lo adecuado y, aunque al final salió bien, las probabilidades de no acabar eran altísimas y, aún no acabando como me hubiese gustado, la verdad es que hacerlo fue "un milagro".
Gracias a esto, y al tiempo que he tardado en ratos aislados en escribir este relato, puedo decir que ya he bajado 4Kg, que he recuperado rutina de preparación de base y que, si todo va bien, en Septiembre iniciaré de nuevo un camino serio que me permita volver a As Pontes, volver a esa playa y sumar un nuevo finisher en media distancia en 2023.
Hasta entonces, seguir disfrutando de la vida, de los amigos, de la familia y tratar de aportar en la medida de lo posible, a la felicidad de mi entorno.
Si has llegado a leer hasta aquí, o te fascina el triatlón, o me tienes aprecio. En cualquier caso, gracias....y seguimos!!!!.

"COSAS QUE TIENE ESTE DEPORTE"






lunes, 5 de julio de 2021

LAS SEGADAS CORES. HABIA QUE HACERLO

 El despertador suena a las 2:15AM y la verdad es que lo hace cuando ya estoy despierto. Una mezcla de nerviosismo, miedo e ilusión me han despertado antes de que lo haga el estridente sonido de la alarma del móvil.

Arranca un día que va a ser muy largo y que tengo marcado en el calendario desde el día que mi hermano Bau me dijo que quería unir nuestra casa de Las Segadas, con el pueblo donde nació mi padre en Somiedo, Corés.

El origen de esta locura es que hace unos 43 años, mi padre, acompañado de varios compañeros de trabajo, realizaron esta misma ruta que hoy queremos repetir. En aquella ocasión, hicieron un tramo de unos 15Km en autobús (de Villanueva a Entrago) y, sorprendidos por una fuerte tormenta, tuvieron que finalizar su viaje en la localidad de La Riera y recurrir al coche para llegar a Corés “ahorrando” así otro buen número de kilómetros.

Aquella aventura, también se basó en otra historia sorprendente. En tiempos de la guerra civil, una mujer de Pigueña (el pueblo anterior a Corés, del que le separan 3 kilómetros) hizo ese recorrido solo para visitar a su marido, preso en una cárcel de La Manjoya. La historia cuenta que una vez que llegó, no lo pudo ver porque ese día no le dejaron salir al patio, con lo que dejó en Soto de Ribera la hogaza de pan que le llevaba, y se volvió…..

Sea como fuere, el olor de un RETO en un año donde mi cuerpo se negó en repetidas ocasiones a portarse bien conmigo, hizo que la motivación volviera a mí y, como tantas otras veces, con una preparación insuficiente llegara al día “d”.

Tres semanas sin alcohol, tres salidas largas (entre 25 y 35 Km) y poco más, eran mis credenciales ante una machada que en nuestros cálculos nos llevarían a unos 70Km y unas 15 horas en movimiento. El recorrido estaba más o menos claro con una parte “montuna” que nos generaba dudas entre Taja y Valcárcel.

La planificación del día tenía un punto clave y era que Leti estuviese en Taja con la furgo a nuestro paso, para poder hacer un avituallamiento largo, cambiarnos si fuese necesario y marcar un break bien claro en nuestro día. Los cálculos decían que Taja estaba a 40Km y nuestro objetivo era estar allí en unas ocho horas.

Con la colaboración de mi sobrino Dani que nos lleva a Las Segadas, hacemos la primera foto delante del “número 26”, nos damos un abrazo y apenas pasadas las 3 de la mañana, empezamos a caminar.

Soy consciente de que Bau camina mucho más rápido que yo, pero él también lo es de mi capacidad de “metrónomo” y que la clave hoy está en aguantar, en resistir muchísimas horas y para eso, será vital controlar el ritmo.

Bajamos por Ferreros, Bueño (donde nos saludan dos jabalíes a la vera del camino) y cruzamos el Nalón para llegar a Palomar. De Palomar arranca la primera subida del día que, sin ser extremadamente dura, si es constante y pasando por Fuejos, Labarejos y Lavares nos lleva a la parte alta de la fuerte bajada de Tenebredo.

Esta bajada marca un poco el estado de los pies (mi mayor preocupación) en los que ya se nota algún pequeño roce que no presagia nada bueno. Llevamos varios kilómetros con la única luz del frontal, que destaca los ojos de un zorrín pegado a la carretera.

Llegamos a Villanueva con las primeras luces del alba. Pronto enlazamos con la Senda del Oso y hacemos la primera parada del día para comer algo y quitarnos los chubasqueros. Llevamos unos 16 Km, algo más de tres horas. Vamos muy bien.

El tramo de la Senda es llevadero. Apenas hay desnivel, mantenemos un buen ritmo por encima de los 5Km/hora y descubrimos la belleza de un recorrido que nos sorprende. En este tramo, el reloj de Bau se vuelve loco y empieza a marcar ritmos mucho más altos de los reales. Afortunadamente, el mío sigue marcando de manera perfecta y lo vamos comprobando en cada uno de los hitos kilométricos que jalonan el trazado.

Llegamos a Entrago. Tenemos marcado este punto como de “parada larga” y yo voy soñando ya con un pincho y una fresca Coca Cola. La senda nos deja en un punto en el que hay que retroceder para meterse en el pueblo y buscar un bar abierto…¡¡no lo hay!!.

Afortunadamente, una señora nos dice que en la panadería tienen bebidas y bollos. Mientras Bau va a por provisiones, yo me reviso el pie izquierdo y con preocupación descubro una fea ampolla justo en el arranque de los dedos. Mala pinta. Pongo como puedo un Compeed y trato de olvidarme de ella. Bau vuelve con un tesoro!, una Coca Cola fría y un buen bollo de chorizo ¿quién quiere más?.

Informamos a Leti de nuestra posición. Para vernos en Taja ella debe salir de casa una media hora después de que nosotros arranquemos. Llevamos 32Km, el indicador de la carretera marca 9 a Taja y, considerando que es una subida dura, calculamos dos horas de recorrido.

Los primeros pasos tras la parada son horribles. Es ese momento en que todas las rozaduras empiezan a reivindicar su protagonismo y, de hacer apuestas viéndonos arrancar, nadie nos consideraría buenos candidatos para llevar a buen término lo que nos queda.

Poco a poco, todo se estabiliza y con el buen humor siempre por bandera, atacamos la subida. Los primeros kilómetros son bastante suaves, pero la parte final mantiene una pendiente constante y dura. En las notas que mi padre escribió en su día, había una mención a esta subida que tenemos muy presente….”a partir del kilómetro 6 de la subida a Taja, cualquier excusa es buena para dejar de caminar”.

La verdad es que nos reímos muchísimo con esto y, ¿cómo no? alcanzado el indicador del kilómetro 6, hacemos una foto y se la mandamos a mi padre con esa referencia.

Seguimos ascendiendo, el día está espectacular sin la anunciada lluvia y con unas vistas impresionantes según vamos ganando altura. Reconozco que en la parte final, el cansancio empieza a pesarme. Llegamos al kilómetro 40 con tan solo unos segundos por encima de las 8 horas. Es decir, con dos paradas (una de ellas más larga) estamos en una media de 5Km/h que era una referencia de paso muy buena a priori.

Menos de un kilómetro para Taja, y nos pasa Leti con la furgo. La planificación ha funcionado como un reloj. Llegamos a Taja con 42 kilómetros recorridos.

En el pueblo, preguntamos por la salida para Valcárcel y los gestos de asombro de los parroquianos nos traen dudas, ¿será tan duro como dicen?.

Hacemos una parada larga y tranquila. Yo aprovecho y me cambio los calcetines. Tenía previsto cambiar el calzado pero, a pesar de las molestias de las ampollas, parece que puedo aguantar y decido mantener los playeros con los que salí, limitando el cambio a poner unos calcetines limpios y secos.

Comemos algo de pasta (yo poca, estoy ya un poco cansado y no “me entra”), pero si doy buena cuenta de casi un litro de Coca Cola. No soy un consumidor habitual, y tal vez por eso para mí es como un elixir en grandes esfuerzos, cosa que descubrí en 2014 en mi primer ironman.

Rozando las 9 horas de aventura, retomamos el camino y salimos de Taja. Justo antes de hacerlo, volvemos a confirmar con un paisano la ruta a seguir. Nos da unas indicaciones que a la postre serían decisivas para no cometer errores de orientación que podrían haber sido desastrosos. No se me olvidarán “pasar una manga para el ganado (cercado para poder recogerlo cuando es necesario), llegar a una cancilla, y alcanzar una balsa donde carga agua el helicóptero en caso de incendio”.


La salida de Taja es sin duda una puesta a prueba no solo de nuestro físico, sino de nuestra moral. Son dos o tres kilómetros con un desnivel brutal por una pista hormigonada que no parece terminar nunca. Vamos viendo en el reloj como el desnivel positivo aumenta sin parar. Tenemos la referencia de la altura a la que debemos llegar, pero Bau comete un error (tal vez intencionado para motivarme ¿?) y me dice que serán 1230 metros. El error es evidente cuando a los 1250m mirando para arriba no se ve el final de la rampa.

Alcanzamos la Vega de Cueiro en los 1350m (seguramente Bau “bailó” el 2 y el 3…je,je) y ahí el esfuerzo se ve recompensado en forma de espectacular paisaje. Una enorme y verde campera se abre delante de nosotros y por detrás la altura ganada nos ofrece unas vistas preciosas. La temperatura ha bajado unos grados por el viento que corre, por lo que paramos a poner los chubasqueros.


Por un sendero ya definitivamente montañero, cruzamos la preciosa vega y llegamos a una cancilla en la que dudamos mucho….¿había que cruzarla o no?. El móvil de Bau parece indicar que si, y lo hacemos, pero a los pocos metros yo dudo mucho. En Taja nos habían indicado la dirección a seguir, y no era la que estábamos tomando. Abro el maps en mi móvil y con la foto satélite, encuentro Valcárcel e identifico unas peñas. Lo tengo claro, hay que desandar unos metros y tomar otra dirección.

Lo hacemos buscando por la izquierda la salida de la vega. A los pocos metros, otra cancilla, más dudas, de nuevo el móvil, de nuevo sitúo lo que vemos y lo tenemos claro. Esta si la cruzamos.

Al poco llegamos a la “Y” que marca la separación de caminos. Hacia la derecha iríamos a La Bustariega, y hacia a la izquierda a nuestro objetivo, a Valcárcel. Tomamos el ramal de la izquierda y ¡ahí está la balsa de los bomberos!. La indicación del paisano aquí era clara….”de ahí pa bajo directos a Valcárcel”.

Reponemos líquidos en una muy buena fuente, Bau se reajusta los calcetines y comenzamos el infernal descenso al Valcárcel. Para mi, la parte más “pestosa” sin duda del recorrido. Es una bajada eterna, con desniveles muy fuertes que nos obligan a trotar. Las piernas lo agradecen, pero mis pies se quejan y mucho. Por si fuese poco, en esta zona el viento apenas entra y el recorrido es una caldera. A pesar de habernos quitado los chubasqueros, la sensación de “tueste” es muy fuerte.

Finalmente llegamos a Valcárcel e, ingenuamente, pensamos que ya hemos pasado lo peor. En el pueblo preguntamos por el camino a Clavillas y nos dan unas precisas indicaciones que confirmamos con una señora mayor justo en la entrada del sendero que une las dos localidades. Un camino precioso, algo abandonado pero muy llevadero.

Alcanzamos Clavillas, nos hacemos una foto delante de la iglesia que no podemos enviar por falta de cobertura y con la moral por las nubes, buscamos la salida hacia Santiago que en nuestra cabeza debía tener grandes indicadores de neón. Nada más lejos de la realidad.

Una primera posible entrada presenta una valla de cierre y parece llevar solo a un prao. Una segunda (la que consideramos más válida) se encuentra cegada por ortigas más altas que nosotros. La tercera opción, también cerrada con dos vallas de carretera, nos parece el acceso a una finca privada.

Momento de bajón. Sabemos que el pueblo está cerca, pero este tramo que debía ser fácil se nos niega, y la alternativa es bajar a La Riera por carretera aumentando nuestro reto en uno 5 o 6 Km…..más de una hora a sumar a nuestro maltrecho cuerpo.

Nos rehacemos y, entre bromas, bajamos el pueblo y arrancamos a caminar por el asfalto. A unos 500 metros desde la carretera vemos Santiago (¡¡está muy cerca si hubiese camino!!). Revisamos la ladera contraria y podemos intuir lo que podría ser el camino. Muchas dudas, ¿volvemos a intentarlo o seguimos?. Llevamos unas 12 horas de aventura, el cansancio, el calor, el sueño de esa Coca Cola fría, la rabia de no poder ir por donde queríamos, el miedo a volver y no encontrar el paso. Demasiadas emociones que solo un equipo muy bien compenetrado (tengo que reconocer que en ese aspecto la jornada fue una pasada, no hubo ni una sola fisura en el team montado), puede resolver rápido y con sentido del humor. Vamos a dar la vuelta y vamos a encontrar el puto camino, y no solo eso, esta parte llana la vamos a correr!.

Dicho y hecho, trotamos unos 300 metros y volvemos a caminar cuando la carretera se empina buscando el pueblo. La subida “duele” pero seguimos soñando con el bar de Santiago y el merecido descanso. Entramos por la primera de la vallas a un prao….y aquí no hay ningún camino.

Momento realmente crítico. Intento describirlo de la mejor manera posible. Estamos en una ladera empinada, el sol cae a plomo, el cansancio es notable ya y, sobre todo, los pies sufren muchísimo en un terreno irregular. Avanzamos sin encontrar ninguna salida válida y el fantasma de tener que volver a desandar y retomar la carretera nos pone de muy mal humor.

Es el momento para frases como “por mis cojones pero tenemos que llegar”, “buf yo si doy la vuelta llamo a Leti y a tomar pol culo todo” (siento la crudeza pero hay que vivirlo). Por si fuese poco, el relato de mi padre describía un camino perfecto e ideal, ya que en su tiempo en Santiago no había cementerio y por ese teórico camino subían los ataúdes de los fallecidos para enterrarlos en Clavillas. Os ahorraré los comentarios que se nos ocurrieron sobre este tema durante los largos minutos que deambulamos por aquella ladera.

Finalmente, intuimos unos cuantos metros por debajo de nosotros lo que puede ser un camino. Bau toma el mando y saltando murias, fozando entre escobas y tirando de mala ostia me lleva hasta lo que, si, podría ser un camino.

Pronto vemos que sin duda éste es el camino, pero está completamente en desuso y conquistado por maleza que afortunadamente, no es lo suficientemente densa como para impedirnos el paso.

LLEGAMOS A SANTIAGO!!. Me giro y le intento dar un abrazo a Bau, pero no lo consigo, va ciego carretera abajo en busca del bar. Llevamos mucho tiempo soñando con las frescas burbujas recorriendo nuestras gargantas. Según descendemos tengo un mal presentimiento, aunque hay algún coche, creo que son pocos y empiezo a creer que el bar puede estar cerrado.

Al llegar abajo se confirma….¡mazazo!. Unos cagamentos, un bajón de moral…y a buscar el de Aguasmestas. Es un tramo feo de carretera. Bau dice que hay que poner buen ritmo y que debemos hacer sobre 11 minutos el kilómetro. Yo voy cansado, me pongo detrás y aguanto el ritmo que pone. Miro el primer kilómetro y le riño 9:50, sigue con cara de bueno…el segundo 10:10. Le insisto en que cuando yo estudiaba eso era ir más rápido de los 5,5Km/h que dijo.

Llegamos a Aguasmestas, pequeño desvío buscando el bar...y cerrado!!. No lo podemos creer. Nos quedamos un rato sin saber que hacer. La verdad es que contábamos con ese break antes del arreón final y nos hunde. Único lunar en la moral de Bau. Se pone de mala ostia y eso es malo para mi….enfadado camina más rápido!.

Es cierto que aquí ya se que vamos a llegar 100% seguro, quedan aún unos 9 kilómetros, pero ya estamos en casa. Este tramo lo he hecho andando, en bici, solo, acompañado, estoy en casa.

Con todo, según retomamos la marcha, algo no va bien. En cada mínimo repecho Bau se me escapa…literalmente, no tengo fuerzas. Me doy cuenta que he cometido un error de novato, y que entre el despiste de Clavillas y la “búsqueda del bar”, llevo (llevamos) más de 6 horas sin ingerir nada y estoy vacío.

Se lo digo a Bau y, sobre la marcha y sin parar, saca unas chocolatinas de su mochila de las que doy buena cuenta. Mentalmente me centro en avanzar y así ataco la penúltima dificultad que es la subida a Pigueña. Aquí ya no hay bromas, me concentro en marcar un ritmo constante y para mi exigente. Bau actúa como un escudero de 10, va mejor que yo físicamente, pero se pone paralelo a mi, unos centímetros por detrás dejándome subir a mi ritmo. Durante la subida, me entretengo pensando en grabar un audio para pasarle a Leti, emulando a Javier Ares en una emocionante etapa del tour.

Justo al pasar Pigueña, y cuando me pongo a grabar ese audio, nos entra un was de Leti “escuadrón al rescate en Brañas” acompañado de una foto de ella y mi padre. Como casi siempre que hago retos “gordos” las emociones salen a flor de piel y me cuesta retener un sollozo, mientras medio en coña le digo a Bau “mierda…ya me jodieron la broma”.

Me rehago y grabo ese audio (una lástima no poder reproducirlo aquí) y continuamos la marcha hasta la base de las terroríficas rampas de Brañas (superan el 20%) donde nos encontramos con ellos, nos damos un emotivo abrazo y continuamos sin parar bebiendo ¡¡por fin!! las Coca Colas que Leti nos bajó.

Superamos Brañas tirando ya de “efecto meta” y en silencio, nos vamos acercando a Corés. Bau rompe ese silencio con un “¿nos haremos una foto no?....y seguidamente paramos los relojes junto al cartel de CORES. Lo hemos hecho!!!.


Los datos son realmente impresionantes. La aventura en total nos ha supuesto 15:29 horas. Hemos recorrido 70,4Km en los que hemos subido 2.179 metros y bajado 1.651. Mi reloj indica que he dado 86.288 pasos y quemado 9.512 Kcal.

Lo cierto es que a nivel personal la experiencia me resultó mucho, pero mucho, más gratificante de lo esperado. Me aportó la sensación de “reto superado” que hacía mucho tiempo que no tenía, me hizo reafirmar lo realmente afortunado que soy de tener mucha gente que me quiere (mi hermano 15 horas conmigo mano a mano, mi mujer de apoyo en todo, mi familia y mis amigos preguntando y en cierto modo “compartiendo” el reto…). Realmente afortunado.

Y esto es todo. Quien sabe? Tal vez uno de mis hijos dentro de 30 o 40 años decida emular a su viejo y este relato le sirva de guía. De no ser así, espero que al menos os haya entretenido y desde luego, para mí será un recuerdo imborrable de una experiencia maravillosa.



 




lunes, 26 de junio de 2017

SUEÑA, LUCHA...DISFRUTA.

No creo que sea capaz de escribir una crónica al uso. No creo que merezca la pena. Mis amigos más cercanos saben que, aparte de por falta de tiempo, dejé de escribir en el blog porque me daba la impresión de que cualquier escrito me llevaría a una "épica" que consideraba excesiva.
 
Desde que el año pasado, decidí vengar mi abandono en Vitoria, la palabra límite ha rodeado casi todo lo que he hecho.
 
Preparar un ironman en condiciones, exige un número de horas semanales que no pude sacar, mi espalda exige un tratamiento y un trabajo específico de gimnasio para el que no encontré tiempo, el estrés del trabajo me ha hecho encarar entrenos al mediodía en un estado en el que no se pueden hacer, en fin...he vivido 9 meses AL LIMITE.
 
Con esto, y una carga emocional brutal, me encuentro en la playa de As Pontes. La misma en la que en 2014 inicié un sueño que me convirtió en ironman.
 
Hace un cuarto de hora que Bau ya se ha tirado al agua y, rodeado de compañeros y con una última mirada a los míos mientras suena Highway to Hell, arranco de nuevo un camino en el que me juego mucho más que un tiempo o una medalla.
 
Mi nivel de exigencia ha sido demasiado duro y lo pago desde el principio, presión, presión y presión. No puedo fallar y, aunque confío en mis opciones, se que siempre puede ir algo mal y...no puedo fallar.
 
Pasamos la natación tranquilos, con sensación de no ir muy lento (mi tiempo luego dice que si, que fui muy lento) termino los 3,8Km en el agua y me voy a la T1.
 
Antes puedo ver a Leti, a David, a Emilio. En la entrada choco la mano con Jesús. Nombres, caras, emociones, esto es lo que domina este día que casi estaba iniciando.
 
Arranco la bici animado, preparado para sufrir, pero sin intuir el calvario que se me venía encima.
 
Ya en la primera vuelta, la espalda se bloquea, duele y se agarrota como nunca, dejando sin fuerza mis piernas y descolocándome continuamente sobre la bici.
 
Por si esto fuera poco, y por motivos que no entiendo ya que todo estaba probado, el tritraje se engancha con un tornillo del sillín, se rompe y en cada pedalada la zona expuesta de mi entrepierna roza en ese tornillo causándome dolor y provocando aún más que no encuentre postura.
 
Aguanto con cierta dignidad la primera vuelta (45Km) y paro para intentar poner cinta o algo en el tornillo. Me dejan una venda pero, no se puede ir nervioso a ningún sitio, forro el tornillo que no es.
 
En la segunda vuelta, literalmente me desmorono. Aún me falta mucho para la mitad de la bici y no soy capaz de dar pedales, ni acoplado, ni derecho, ni nada. No se que pensar, no se que hacer. La sangría de puestos es tremenda y mi impotencia me domina.
 
Tengo ganas de llorar, de parar, de irme.
 
Llego de nuevo con los míos y no me oculto. No aguanto las lágrimas cuando literalmente les pido que me den motivos para seguir. Les cuento que no puedo pedalear, que mis piernas están sin fuerza y que la impotencia me domina. Me insisten en que voy bien, que no hay prisa. Leti me grita, cuando oye la palabra "abandonar".
Emilio me anima y yo me centro en David. En mi hijo, veo en sus ojos una mirada de admiración y se que no puedo fallarle, no puedo!.
 
Vuelvo a la pelea y tras el puerto (que subo bien, salvo por el dolor del roce), viene otra crisis tremenda. No voy "ni pa bajo". Curiosamente, cuando ya he agotado todas mis armas mentales (como anécdota, os puedo contar que recité la tabla de multiplicar de todos los números para olvidarme del dolor), soy consciente de que no voy el último y una palabra consigue que me desbloquee...RESPETO.
 
Se que más allá del sufrimiento físico que estoy pasando, mi problema es que estoy muy mermado con respecto a lo que podría hacer y me concentro en todos aquellos que, seguramente con una sonrisa, están dándolo todo y disfrutando de "su historia". Esta es la mía, la del trabajo absobente, la de la hernia, la de la carga mental excesiva...y creo que en ese momento decido que es una cuestión de respeto a todos los que allí están sufriendo y sobre todo, de respeto a lo que estoy haciendo.
 
De ahí hasta completar los 180Km, me dejo ir hacia abajo sin dar pedales y me pongo de pie casi todo el rato. Es la única forma de encontrar algo de alivio. Se que voy "parado", pero ya he superado la frustración y voy concentrándome en la maratón.
 
En el último giro, coincido con Rodrigo Bobis que allí está como organizador y me paro un rato con él. Le cuento un poco mis sensaciones y lo que estoy pasando. Me anima y la verdad es que me sirve bastante, tanto la charla como el alivio que supone ponerme un rato de pie.
 
Voy despidiéndome de todos los voluntarios en el regreso y por fin, después de poco sudor y muchas lágrimas termino los 180Km de bici.
 
Llego a la transición serio, concentrado. Se que he gastado muchas balas de motivación en la bici y el fantasma de Vitoria viene a visitarme.
 
Veo a Bau, ha terminado y lo ha hecho a base de testiculina, ¡¡que grande!!. Le pregunto por su tiempo y se que ha tenido que sufrir como un perro. Por un lado, me anima a seguir sufriendo, por otro me ratifica que me queda un mundo de agonía.
 
Arranco con calma y, tras hacer la rampa de salida del lago andando, le pido a David que trote unos metros conmigo y me meto en el circuito.
 
¿Qué contar de la maratón?. Sólida, muy sólida. Muy concentrado en correr de avituallamiento en avituallamiento. No me permito ni un metro más de caminar.
 
En los primeros diez kilómetros, la idea del mundo que me queda por delante me domina y me hace mucho daño. Voy bien físicamente, las piernas responden y apenas tengo la respiración agitada, pero desconfío mucho de que pueda seguir así.
 
Como siempre en estos casos, la lucha entre detener el sufrimiento y no, está en cada paso. Cada avituallamiento es un placer tan grande, que cada nuevo arranque implica más sufrimiento.
 
En cada vuelta David me anima junto a Leti (y Bau y Emilio en otro punto) y al llegar a la que implica los 21Km aprovecho para caminar unos metros con David. Ahí ya se que termino, no se si mejor o peor pero una vez pasada la media maratón, se que termino.
 
Muchas historias pequeñas en esos 42Km. Gente deshecha, gente fuerte, amigos animando, voluntarios entregados, público que hace que me emocione y no levante la vista del suelo.
 
Y por fin, a falta de cinco kilómetros, empiezo a ser consciente de lo que he hecho y lloro como un niño pequeño. Tal y como predije, las lágrimas y la emoción se liberan antes de tiempo y paso muy mal rato tratando de encontrar de nuevo la respiración correcta.
 
La compañía de un voluntario en bici hasta el avituallamiento es un buen apoyo. Por fin veo a David, se ha quedado solo para acompañarme un rato. Corremos juntos y disfruto como nunca en ese momento.
 
Hago la bajada al lago solo mientras David ataja para esperarme en meta. De nuevo un ataque de llanto me hace hiperventilar, "aguanta Fran" después de la meta podrás soltarlo.
 
Ultimos metros, de nuevo esta recta, de nuevo esta meta. Paso la alfombra de tiempos, David se pone a mi lado y lo abrazo. A mi izquierda veo a Bau que muy emocionado me mira. Se acabaron las barreras, me deshago mientras le abrazo.
 
Escucho al speaker decir mi nombre, decir "Trimineitor" y me suelto de Bau para ir hacia la foto final. Voy con David y veo a Leti, no se puede llorar más. Mientras estallo en un llanto intenso, oigo al público aplaudir y al speaker. Me suelto de Leti y torpemente doy las gracias a la gente que me aplaude.
 
Entre Leti y David me ponen la medalla y noto que alguien me toca, me giro y veo a Jesús Rodil. Se ha metido allí con mi familia para darnos el abrazo que en 2014 nos hizo por primera vez "fierromanes", un lujo.
 
Otro que estaba allí en 2014 es Emilio. Brutal el detalle que ha tenido yendo por sorpresa, brutales los ánimos y el soporte que hoy me ha dado y como no, brutal el emocionado abrazo.
 
Esta es una crónica que tal vez se queda corta, sin muchos detalles. Creo que sobran los detalles. Es la crónica de un éxito personal de medidas increíbles. Es la crónica de una fijación, de una lucha por un sueño.
 
Un ironman es "otra cosa". Para el que hace 9 y para el que hace 16. Sea cual sea la historia de cada persona que se enfrenta a esto, es sin duda una gran historia. Yo he vivido la mía con una intensidad máxima y, por suerte, el final ha sido el que buscaba.
 
Una vez más, solo puedo dar las más emotivas gracias a todos los que habéis querido estar en este sueño.
 
En esta ocasión...no es necesario un pie de foto.
 
 
 
 


martes, 4 de octubre de 2016

LECCION DE VIDA EN TRES FOTOS

Hoy publicaron un álbum en la página del tri de Cíes, y en él se incluían varias fotos de mi hijo David (también una de Sara). Las fotos son buenas técnicamente, muy buenas diría yo, pero tras la emoción de ver a mi peque metido en este deporte que tantas lecciones y alegrías me ha dado, me ha dado por pensar (qué raro en mí) y realmente creo que con solo tres imágenes se puede sacar una lección magistral de cómo vivir la vida, y de cómo afrontar un reto.
Os pongo a continuación las fotos y la interpretación que yo les doy.
 
FOTO 1. TENGO MIEDO.
 

Tengo miedo y mucho. Para mi hijo, nadar 100m. en el mar era un desafío enorme. Algo que le asusta, que desconoce, que es nuevo.

Hace unos meses, cuando empezó a nadar con el multideportes Oviedo, apenas completaba dos largos continuos, luego mejoró, es cierto. Mejoró en piscina y su experiencia en el mar se limitaba a "llegar hasta la boya" cuando este verano en la playa yo le animaba a ello.

En la arena su nivel de tensión era máximo. En la imagen casi se puede leer su pensamiento, sus dudas, su inseguridad, su pánico.

¿Cuántas veces hemos sentido esto frente a un reto? ¿cuántas hemos dudado de nuestra capacidad para "poder con"?, ¿cuántas nos hemos sentido vulnerables?.

No es fácil dominar ese sentimiento. Es muy complicado controlar el instinto de huida, el de esconderse, el de abandonar incluso antes de testar si podemos.

El lo hizo, se comió las uñas, aguantó las lágrimas y se mantuvo firme hasta que sonó la bocina.

FOTO 2. A POR ELLO.


A por ello, y sin dudas. Suena la bocina y se acaban las dudas. Puede que no seamos buen nadador, pero hemos venido a nadar, puede que los demás sean más grandes y me pasen por encima, pero si lo hacen es porque vienen detrás.

Es increíble como vence todos sus miedos, como se lanza el primero hacia el agua sin pensar en lo que pueda pasar. Toda la desconfianza se torna en valentía, todos los miedos en decisión, toda la angustia en energía positiva.

Tal vez sea lo más difícil de aplicar a la vida. Aún habiendo asumido nuestros desafíos o retos, nos cuesta el dejar atrás las dudas. Avanzamos pero con los ojos vigilando el entorno, adelante, atrás, arriba y abajo. David mira solo hacia adelante y no vigila, mira!.

Tal vez es la fuerza de la inconsciencia, o tal vez una energía que perdemos al crecer, pero es algo a envidiar. Creo que solo olvidándonos de muchos prejuicios, condicionantes e influencias negativas, podemos llegar a desarrollar todo nuestro potencial, y deberíamos aprender a hacerlo.

FOTO 3. EL PREMIO.


El premio en este caso no es ganar. El premio en este caso es una medalla, y una lección. Una lección de humildad, de sencillez, de campeón.

Ser un campeón, no es lo mismo que ser un ganador. Se puede ser ganador de muchas formas, se puede triunfar de muchas formas, pero para ser un campeón, al menos desde mi punto de vista, se necesita algo más. Se necesita la clase, el talento, la constancia y la ambición necesaria para ganar, pero además de eso, se necesita la deportividad, la humildad, la sencillez, la cercanía...la humanidad.

No se si mi hijo llegará a ser un campeón en la vida, pero sin duda, ha tenido la oportunidad de ver a uno muy grande de cerca, y eso es un gran premio y una gran lección.

Muchos de nosotros nunca seremos ganadores subiendo a un podium (real o figurado), pero si podemos ser campeones. A muchos niveles, de muchas maneras, en muchos ámbitos, pero si somos deportivos, humildes, sencillos, cercanos y humanos, llegaremos a sentirnos campeones.

Fotos de Fernando Torea Conde.


 




martes, 27 de septiembre de 2016

DESAFIO ISLAS CIES. MUCHO MAS QUE UN TRIATLON.

De Vigo nos trajimos un montón de trofeos. David y Sara las medallas de finishers que el propio Javier Gómez Noya les colgó del cuello tras acabar sus respectivos aquatlones. Leti, el trofeo como tercera de su categoría en la carrera de 7Km y yo, con mi medalla de finisher del Triatlón media distancia del Desafío Islas Cíes.
De Vigo nos trajimos un montón de premios. La compañía y complicidad de Javi y su familia, gente con la que en muy poco tiempo alcanzas esa confianza que te proporciona una especie de comodidad que solo puedes calificar como placentera. La experiencia, trasladable a los niños, de ver a un mega crack como Gómez Noya, atendernos con una sencillez y humildad dignas de elogio y, cómo no, la posibilidad de disfrutar de DEPORTE en familia, viviendo todos los retos de todos, y celebrando todos los logros de todos.
Hecha esta inevitable reflexión, no sé si afrontar esta entrada como una crónica al uso, o centrarme en lo que significó a nivel personal, la superación de esta prueba. Pienso que puedo combinar ambas cosas, aunque sin duda saldrá rara, porque asociar una carrera a un futuro (ya presente) no es fácil, con lo que es posible que al final de estas líneas, ni siquiera yo entienda lo que escribí, pero…lo vamos a intentar.
Los previos del tri de Cíes no han sido fáciles. Esta prueba no entraba en mis planes, y solo me inscribí tras el abandono de Vitoria. Lo hice para evitar una desconexión excesiva, para mantenerme fiel a este deporte que me gusta y que me ayuda a, sin más, vivir.
Un pequeño descanso de entrenos, y arranco un plan de entreno “autodidacta” de ocho semanas. En esas ocho semanas, las dos de vacaciones. Consigo cumplir, con pequeñas adaptaciones, con el plan, y llego a Cíes con sensaciones de fortaleza física y una presión emocional muy intensa. Aún sabiendo que esto no es más que un juego, en Cíes proyecté mi vida futura y en Cíes puse en indicador de “si o no” a una futura conciliación.
Si bien durante esas semanas previas, ya hubo mucho cambio y adaptación, para coordinar los entrenos con mis nuevas responsabilidades laborales, los días previos a la competición, rizaron el rizo. El Martes y Jueves tuve sendos viajes a Barcelona y Madrid, horarios infinitos y cansancio acumulado y, con eso, el viernes de tarde las cuatro horas de viaje a Vigo para competir a las 8:30 del Sábado.
Como digo, no es más que un juego pero, ¿podría jugar?. La posibilidad de un nuevo abandono me aterraba, ya que de ser así, pienso que no me quedaría otra que rebajar mis ambiciones deportivas y, dejar de soñar en grande.
Con todo esto de fiesta en mi cabeza, nos plantamos en Vigo para disfrutar de un fin de semana completo con amigos y deporte. Como llegamos tarde, nos vamos directamente a recoger los dorsales y dejar la bici en boxes. Se puede hacer al día siguiente, pero nos será mucho más cómodo así. Con el tiempo justo, pero sin agobios, cubrimos el trámite y nos vamos para el hotel dejando a “la niña” bien tapada y en su sitio hasta el día siguiente.
La cena, aunque cansados, fue un auténtico placer. Cuando conoces bien a una persona, no hay muchas opciones a la sorpresa al conocer a su familia. Javi no es una excepción. Al igual que él, su familia es sencilla, abierta y natural. En muchas ocasiones hemos comentado nuestra parecida forma de ver el deporte (salvando las evidentes distancias de nivel) y creo que esa visión se extiende más allá de ese deporte, y pasa directamente al estilo de vida.
Decidido a testar si puedo disfrutar de este deporte viviendo la que es mi vida, ceno una pizza con una maravillosa jarra de cerveza (allí al cañón de toda la vida lo llaman “bock”) y disfruto un montón de una relajada charla.
De ahí a registrarse al hotel y, algo más tarde de lo debido, a intentar dormir. No lo hago mal a pesar del catarro y del ruido de la calle. Cuando uno está agotado, se duerme.
Casi una hora antes de lo previsto me despierto y disfruto un poco de un tenso descanso antes de, a las seis, ponerme en marcha.
He quedado a las 6:15 con Javi en el vestíbulo donde, en un detallazo del hotel , nos han preparado un desayuno de lujo con todo lo que podemos necesitar (pan, embutido, queso, fruta, zumo, café…) y aunque con un poco de retraso, enseguida baja Javi. Juntos nos ayudamos a calmar los nervios (que alguno hay) y comentamos todos los tópicos de estos momentos, que si no hay ganas, que si que hago yo aquí, que si por un pelo ni salgo…en fin, historias que se repiten y que cuando compartes ayudan a que uno mismo esté más tranquilo.
A nivel personal estoy muy enchufado. Hay nervios, pero hay ganas. Siempre dije que esto no era una venganza pero, a quién voy a engañar?, este año iba para ironman y fallé. No puedo permitirme algo igual. No sé cómo responderá un cuerpo un tanto castigado, pero no tengo dudas de que hoy la cabeza no falla.
Vamos a la salida en el coche de Javi. Llegamos aún de noche y, mochilas en ristre, entramos en el box al ritual de dejarlo todo listo. A mi lado un nervioso debutante me ayuda a calmarme, ya que me pregunta varias cosas a las que encantado contesto. No hay nada mejor que ver a alguien nervioso a tu lado para tranquilizarte. Con el trámite cumplido, nos acercamos a la playa.
En ese momento la vista es mágica. Están colocando una línea continua de boyas pequeñitas ¡¡con luz!! que delimitan por completo el triángulo de 950m al que daremos dos vueltas. La verdad es que es una imagen espectacular, tanto, que me da pena pensar que cuando salgamos a las 8:30 ya será de día y no lo disfrutaremos así.
De manera muy rápida, el tiempo pasa y pronto nos encontramos en la playa ya enfundados en el neopreno. Las salidas son escalonadas por grupos de edad y, como ya “pa mayores que vamos”, salimos en la última tanda.
Momento muy emotivo para mí. Miro al mar y pienso que ahí lo tengo, el reto, el desafío, la oportunidad de demostrarme a mí mismo que sigo pudiendo, que es más difícil pero que estoy hecho para retos difíciles. Podré con éste y con más.
Nudo en la garganta que, en la confianza que me da Javi, no sujeto y dejo salir. Un rápido abrazo y una larga inspiración y todo en orden para dirigirnos al “cajón” de salida.
La música de Piratas del Caribe pone banda sonora a cada salida, aportando si cabe aún más emoción. Javi y yo nos deseamos suerte por última vez y, con el sonido de la bocina, nos vamos corriendo al mar.
No somos muchos en este grupo con lo que la natación es tranquila. Algún que otro toque pero sin problema. Mi arranque es espectacular, voy como un obús y me noto cómodo. Tanto es así que al llegar a la primera boya, echo un vistazo y no veo más de cinco gorros por delante. Recuerdo perfectamente el pensamiento de ¿cómo ye oh???...ja,ja,ja…a ver si yo voy por el lado equivocado!!!. La verdad es que hasta ahí iba en fuera borda y encontrándome genial. Sigo apretando y avanzando.
Salida a playa, vistazo atrás para ver que en el agua quedan muchos gorros y de nuevo a la lucha. En esta segunda vuelta aflojo un pelín, pero mantengo un muy buen ritmo y salgo del agua con unas sensaciones estupendas.
No lo había dicho antes, creo, pero por primera vez desde que compito, había tomado la simbólica decisión de no usar el reloj en toda la competición. Sé que no me resultará fácil, pero es una más de las metáforas de este triatlón. Llegada la hora de la verdad el reloj debe quedar de lado y hay que disfrutar tanto del trabajo bien hecho, aunque en ocasiones sea un Domingo a las ocho de la tarde, como de un triatlón sin importar si los ritmos son los esperados o no. La verdad es que fue un éxito rotundo y, aunque en carrera muchas veces me acordé de el reloj o del cuenta en la bici, al final disfruté como quería.
La transición es larga, mucho, y en ella bromeo con un compañero diciéndole si han cambiado el orden y nos toca ahora la media maratón. Llegando a mi bici, veo que Javi está justo detrás de mí…¡¡que bestia!!. Se que he nadado fuerte (los datos lo confirmaron ya que marqué el parcial 84 de 226 finishers en el agua) y me alegra ver que Javi lo ha hecho de lujo en la única disciplina donde pueden quedarle dudas de su nivelazo. Mientras me calzo pasa a mi lado y nos animamos.
En el trote por la playa he podido saludar a los niños y justo en la salida del box los vuelvo a ver junto a Leti. Les digo que voy muy bien y, con una gran sonrisa, me subo en la bici a por los 88 kilómetros.
La salida es una fuerte rampa que me obliga a meter el plato pequeño y que me provoca un cierto nerviosismo, se suponía que esto era llano y si hay que hacer esta subidita cuatro veces… Por suerte, esta rampa quedaba fuera de las vueltas y solo la haría de nuevo en la bajada de regreso al box.
La bici es bastante llana y no se quita el plato grande en ningún momento. Ruedo acoplado más del 80% y en ocasiones, si no lo hago, es solo para proteger un poco la espalda. Al poco de pasar el primer avituallamiento (km 11 más menos), ya me pasa Javi, con el que luego me iría saludando y animando en cada uno de los cruces. A pesar de que cada cruce es un poco antes, me motiva ver que estoy en muy buen ritmo y constantemente me repito “vas muy bien, éste es tu ritmo fino y así aguantarás y disfrutarás”.
Cambio de posición varias veces con una chica a la que animo y me anima y, poco a poco, van cayendo las vueltas y los kilómetros. El recorrido es muy bonito en algunos tramos, con preciosas vistas sobre unas Cíes que la niebla envuelve, dando una magia especial a ese entorno ya mágico de por sí.
Durante el recorrido, tomo el par de geles según lo previsto, bebo bastante agua y como un par de trozos de plátano que unos animosos voluntarios nos dan en el punto de avituallamiento. Mención especial los críos de los avituallamientos que no paraban de bromear y de animarnos, así como una chica en mitad del recorrido que tampoco paró ni un minuto. Por supuesto, para ésta (y también para los del avituallamiento) tuve palabras de agradecimiento en la última vuelta.
Y ya estamos afrontando los últimos 10Km. Se que voy a llegar, se que lo voy a hacer muy entero y, aunque no tengo ni idea de mi media, tengo la sensación de que voy bien. En este último tramo no solo he adelantado al último clasificado, si no que me cruzo con mucha gente a la que le saco tiempo. No me importa mi puesto si disfruto, pero cuando te notas bien y eres consciente de que vas bien…disfrutas más!!.
Al llegar a la transición, allí está Leti gritándome como una loca. ¡¡Qué mujer!! Tranquila chica, que ya sé que voy bien y haremos lo que se pueda!!. Se lo digo y mientras corro al box, David corre a mi lado preguntándome que tal voy, le digo que bien y que me lo estoy pasando en grande.
Hago una transición rápida y salgo a correr. Durante gran parte de la bici, mi cabeza ha estado machacando la idea de que estoy (o estaba hace muy poco) preparado para hacer el doble de esta distancia, con lo que la fuerza mental y la seguridad de hacerlo bien son muy grandes. El arranque de vuelta es en subida, pero la verdad es que tengo una sensación de ligereza tremenda y, marcando un ritmo muy controlado, me dejo ir.
Dejo que mi cabeza se libere de presión y, sin intención, me encuentro pensando que la carrera será a cinco vueltas en vez de a tres. Empiezo a pensar que cuando ya esté volviendo para acabar, e llevaré una sorpresa si en realidad cuento con que me quedan dos vueltas. Es obvio que el engaño no funciona (je,je) pero me entretengo un buen rato y casi sin darme cuenta alcanzo el punto de giro y el avituallamiento. No me paro, bebo un poco de agua y sigo a lo mío.
Buen trabajo de voluntarios y público. Esto no es Zarautz, pero tampoco corres nunca solo y más o menos animosos, siempre tienes alguien a tu alrededor. Completo la primera vuelta muy fácil y se lo digo a Leti (en respuesta a su cara de asombro y su comentario ¡¡vas como una moto!!). Es verdad que hasta ahora no he sufrido nada y estoy justo cómo quería estar.
Segunda vuelta, esa que suele ser la clave. En la tercera ya uno tira de ganas de acabar y de “efecto meta”, pero si pinchas antes del ecuador las cosas se pueden poner feas. Mientras bajo la rampa dura (el circuito es de ida y vuelta), veo como Javi la empieza a subir y alucino con el ritmo que lleva…absolutamente bestial!!. Chocamos la mano, nos animamos…y automáticamente pienso que me va a doblar en esa misma vuelta.
No me importaría en absoluto, incluso pienso que sería bonito correr un poco juntos, aunque también hago el cálculo mental…..y decido que no podría aguantarle ni 100m!.
En esa vuelta sigo cómodo. Si el ritmo baja es porque en el avituallamiento me paro a tomar el último gel, a beber bastante agua y a refrescarme con ella. No hace mucho calor, pero para que yo lo note no hacen falta treinta grados.
Vuelvo a subir la rampa  vuelvo al giro. Ya veo que Javi no me va a doblar. Leti y los niños están a mi izquierda unos 50 metros pasado el avituallamiento que se encuentra en el carril contrario. Yo debo hacer unos 200 metros, girar y volver por ese lado. Le digo a los niños que vayan al final del avituallamiento y me esperen allí que “quiero hablar con vosotros”.
La verdad es que no es algo que trajera previsto, ni que tan siquiera pensara hace tiempo, es algo que me sale sobre la marcha al verlos allí. Para mí, este triatlón es algo más que una prueba deportiva y en ese momento lo quiero transmitir a mis hijos (serán cosas de la edad).
Cojo una botella de agua y dos trozos de naranja y me acerco a ellos caminando. Me sorprende cuando David me dice “¿te vas a rendir?”. Me descoloca, porque no usa un “abandonas” o “lo dejas” o “no puedes más”. Dice “¿te vas a RENDIR?”.
Le digo un nooooo muy grande. Les digo que estoy cansado pero que vamos a hacer un trato. Yo hago la vuelta sin pararme y ellos se portarán bien. No sé muy bien por qué hago esta tontería. Nunca me había parado a “charlar” en carrera, pero me apetecía y lo disfruto. Ni siquiera se si aceptan el trato o no, les doy un abrazo, un beso a Leti y arranco a por la última vuelta. ¡¡Voy a acabar!!.
No llevo mucho recorrido, cuando identifico al volador de Javi. Me pego a mi derecha y levanto la mano para que me vea. Le pego un grito de ánimo (estoy seguro de que está en sus tiempos soñados, y además va fresco) y con su “campeón!, vas fenomenal!!” sigo corriendo.
En el paso por el avituallamiento, falto en parte a mi promesa porque me paro un poco. Lo hago no obligado por el cansancio, sino para agradecer uno por uno a todos los voluntarios sus ánimos y ayuda. Veo sus caras de agradecimiento y satisfacción por mis palabras y eso me llena.
Los últimos kilómetros los hago con el mismo ritmo. Sé que puedo apretar, pero me gusta este ritmo, me gusta la relativa comodidad que me aporta, y me gusta la sensación de constancia. Solo lo altero cuando, al final de la rampa, adelanto a un chaval que va caminando y que al animarle, se une a mí. El tío empieza a tirar y yo con él. De hecho, vamos hablando y creo que en un momento que yo ya jadeo un poco, el afloja (gracias hombre!!) y así cubrimos los últimos metros.
Veo a los míos, y a Javi que está con ellos, a mi derecha y con una felicidad intensa, lo celebro y cruzo la meta.
Lo he logrado, he disfrutado entrenando sin presión, he disfrutado de cada cerveza, he disfrutado (aunque esto ha costado) viendo cómo la báscula no atendía a mis súplicas, he asumido que mi trabajo marcará mis horarios y que, a pesar de eso, se puede seguir soñando.
No puedo negar que me he quitado un peso de encima y que me he reforzado mucho a nivel mental con esto. Sigo pensando que un ironman es una locura y que el camino que en breve iniciaré (una vez más) tal vez solo sea apto para locos, pero ¿Cuándo se puede ser tan feliz…importa tanto la cordura?
 
Casi seguro que mi "legión de locos" seguirán junto a mi en nuestro camino.