martes, 27 de septiembre de 2016

DESAFIO ISLAS CIES. MUCHO MAS QUE UN TRIATLON.

De Vigo nos trajimos un montón de trofeos. David y Sara las medallas de finishers que el propio Javier Gómez Noya les colgó del cuello tras acabar sus respectivos aquatlones. Leti, el trofeo como tercera de su categoría en la carrera de 7Km y yo, con mi medalla de finisher del Triatlón media distancia del Desafío Islas Cíes.
De Vigo nos trajimos un montón de premios. La compañía y complicidad de Javi y su familia, gente con la que en muy poco tiempo alcanzas esa confianza que te proporciona una especie de comodidad que solo puedes calificar como placentera. La experiencia, trasladable a los niños, de ver a un mega crack como Gómez Noya, atendernos con una sencillez y humildad dignas de elogio y, cómo no, la posibilidad de disfrutar de DEPORTE en familia, viviendo todos los retos de todos, y celebrando todos los logros de todos.
Hecha esta inevitable reflexión, no sé si afrontar esta entrada como una crónica al uso, o centrarme en lo que significó a nivel personal, la superación de esta prueba. Pienso que puedo combinar ambas cosas, aunque sin duda saldrá rara, porque asociar una carrera a un futuro (ya presente) no es fácil, con lo que es posible que al final de estas líneas, ni siquiera yo entienda lo que escribí, pero…lo vamos a intentar.
Los previos del tri de Cíes no han sido fáciles. Esta prueba no entraba en mis planes, y solo me inscribí tras el abandono de Vitoria. Lo hice para evitar una desconexión excesiva, para mantenerme fiel a este deporte que me gusta y que me ayuda a, sin más, vivir.
Un pequeño descanso de entrenos, y arranco un plan de entreno “autodidacta” de ocho semanas. En esas ocho semanas, las dos de vacaciones. Consigo cumplir, con pequeñas adaptaciones, con el plan, y llego a Cíes con sensaciones de fortaleza física y una presión emocional muy intensa. Aún sabiendo que esto no es más que un juego, en Cíes proyecté mi vida futura y en Cíes puse en indicador de “si o no” a una futura conciliación.
Si bien durante esas semanas previas, ya hubo mucho cambio y adaptación, para coordinar los entrenos con mis nuevas responsabilidades laborales, los días previos a la competición, rizaron el rizo. El Martes y Jueves tuve sendos viajes a Barcelona y Madrid, horarios infinitos y cansancio acumulado y, con eso, el viernes de tarde las cuatro horas de viaje a Vigo para competir a las 8:30 del Sábado.
Como digo, no es más que un juego pero, ¿podría jugar?. La posibilidad de un nuevo abandono me aterraba, ya que de ser así, pienso que no me quedaría otra que rebajar mis ambiciones deportivas y, dejar de soñar en grande.
Con todo esto de fiesta en mi cabeza, nos plantamos en Vigo para disfrutar de un fin de semana completo con amigos y deporte. Como llegamos tarde, nos vamos directamente a recoger los dorsales y dejar la bici en boxes. Se puede hacer al día siguiente, pero nos será mucho más cómodo así. Con el tiempo justo, pero sin agobios, cubrimos el trámite y nos vamos para el hotel dejando a “la niña” bien tapada y en su sitio hasta el día siguiente.
La cena, aunque cansados, fue un auténtico placer. Cuando conoces bien a una persona, no hay muchas opciones a la sorpresa al conocer a su familia. Javi no es una excepción. Al igual que él, su familia es sencilla, abierta y natural. En muchas ocasiones hemos comentado nuestra parecida forma de ver el deporte (salvando las evidentes distancias de nivel) y creo que esa visión se extiende más allá de ese deporte, y pasa directamente al estilo de vida.
Decidido a testar si puedo disfrutar de este deporte viviendo la que es mi vida, ceno una pizza con una maravillosa jarra de cerveza (allí al cañón de toda la vida lo llaman “bock”) y disfruto un montón de una relajada charla.
De ahí a registrarse al hotel y, algo más tarde de lo debido, a intentar dormir. No lo hago mal a pesar del catarro y del ruido de la calle. Cuando uno está agotado, se duerme.
Casi una hora antes de lo previsto me despierto y disfruto un poco de un tenso descanso antes de, a las seis, ponerme en marcha.
He quedado a las 6:15 con Javi en el vestíbulo donde, en un detallazo del hotel , nos han preparado un desayuno de lujo con todo lo que podemos necesitar (pan, embutido, queso, fruta, zumo, café…) y aunque con un poco de retraso, enseguida baja Javi. Juntos nos ayudamos a calmar los nervios (que alguno hay) y comentamos todos los tópicos de estos momentos, que si no hay ganas, que si que hago yo aquí, que si por un pelo ni salgo…en fin, historias que se repiten y que cuando compartes ayudan a que uno mismo esté más tranquilo.
A nivel personal estoy muy enchufado. Hay nervios, pero hay ganas. Siempre dije que esto no era una venganza pero, a quién voy a engañar?, este año iba para ironman y fallé. No puedo permitirme algo igual. No sé cómo responderá un cuerpo un tanto castigado, pero no tengo dudas de que hoy la cabeza no falla.
Vamos a la salida en el coche de Javi. Llegamos aún de noche y, mochilas en ristre, entramos en el box al ritual de dejarlo todo listo. A mi lado un nervioso debutante me ayuda a calmarme, ya que me pregunta varias cosas a las que encantado contesto. No hay nada mejor que ver a alguien nervioso a tu lado para tranquilizarte. Con el trámite cumplido, nos acercamos a la playa.
En ese momento la vista es mágica. Están colocando una línea continua de boyas pequeñitas ¡¡con luz!! que delimitan por completo el triángulo de 950m al que daremos dos vueltas. La verdad es que es una imagen espectacular, tanto, que me da pena pensar que cuando salgamos a las 8:30 ya será de día y no lo disfrutaremos así.
De manera muy rápida, el tiempo pasa y pronto nos encontramos en la playa ya enfundados en el neopreno. Las salidas son escalonadas por grupos de edad y, como ya “pa mayores que vamos”, salimos en la última tanda.
Momento muy emotivo para mí. Miro al mar y pienso que ahí lo tengo, el reto, el desafío, la oportunidad de demostrarme a mí mismo que sigo pudiendo, que es más difícil pero que estoy hecho para retos difíciles. Podré con éste y con más.
Nudo en la garganta que, en la confianza que me da Javi, no sujeto y dejo salir. Un rápido abrazo y una larga inspiración y todo en orden para dirigirnos al “cajón” de salida.
La música de Piratas del Caribe pone banda sonora a cada salida, aportando si cabe aún más emoción. Javi y yo nos deseamos suerte por última vez y, con el sonido de la bocina, nos vamos corriendo al mar.
No somos muchos en este grupo con lo que la natación es tranquila. Algún que otro toque pero sin problema. Mi arranque es espectacular, voy como un obús y me noto cómodo. Tanto es así que al llegar a la primera boya, echo un vistazo y no veo más de cinco gorros por delante. Recuerdo perfectamente el pensamiento de ¿cómo ye oh???...ja,ja,ja…a ver si yo voy por el lado equivocado!!!. La verdad es que hasta ahí iba en fuera borda y encontrándome genial. Sigo apretando y avanzando.
Salida a playa, vistazo atrás para ver que en el agua quedan muchos gorros y de nuevo a la lucha. En esta segunda vuelta aflojo un pelín, pero mantengo un muy buen ritmo y salgo del agua con unas sensaciones estupendas.
No lo había dicho antes, creo, pero por primera vez desde que compito, había tomado la simbólica decisión de no usar el reloj en toda la competición. Sé que no me resultará fácil, pero es una más de las metáforas de este triatlón. Llegada la hora de la verdad el reloj debe quedar de lado y hay que disfrutar tanto del trabajo bien hecho, aunque en ocasiones sea un Domingo a las ocho de la tarde, como de un triatlón sin importar si los ritmos son los esperados o no. La verdad es que fue un éxito rotundo y, aunque en carrera muchas veces me acordé de el reloj o del cuenta en la bici, al final disfruté como quería.
La transición es larga, mucho, y en ella bromeo con un compañero diciéndole si han cambiado el orden y nos toca ahora la media maratón. Llegando a mi bici, veo que Javi está justo detrás de mí…¡¡que bestia!!. Se que he nadado fuerte (los datos lo confirmaron ya que marqué el parcial 84 de 226 finishers en el agua) y me alegra ver que Javi lo ha hecho de lujo en la única disciplina donde pueden quedarle dudas de su nivelazo. Mientras me calzo pasa a mi lado y nos animamos.
En el trote por la playa he podido saludar a los niños y justo en la salida del box los vuelvo a ver junto a Leti. Les digo que voy muy bien y, con una gran sonrisa, me subo en la bici a por los 88 kilómetros.
La salida es una fuerte rampa que me obliga a meter el plato pequeño y que me provoca un cierto nerviosismo, se suponía que esto era llano y si hay que hacer esta subidita cuatro veces… Por suerte, esta rampa quedaba fuera de las vueltas y solo la haría de nuevo en la bajada de regreso al box.
La bici es bastante llana y no se quita el plato grande en ningún momento. Ruedo acoplado más del 80% y en ocasiones, si no lo hago, es solo para proteger un poco la espalda. Al poco de pasar el primer avituallamiento (km 11 más menos), ya me pasa Javi, con el que luego me iría saludando y animando en cada uno de los cruces. A pesar de que cada cruce es un poco antes, me motiva ver que estoy en muy buen ritmo y constantemente me repito “vas muy bien, éste es tu ritmo fino y así aguantarás y disfrutarás”.
Cambio de posición varias veces con una chica a la que animo y me anima y, poco a poco, van cayendo las vueltas y los kilómetros. El recorrido es muy bonito en algunos tramos, con preciosas vistas sobre unas Cíes que la niebla envuelve, dando una magia especial a ese entorno ya mágico de por sí.
Durante el recorrido, tomo el par de geles según lo previsto, bebo bastante agua y como un par de trozos de plátano que unos animosos voluntarios nos dan en el punto de avituallamiento. Mención especial los críos de los avituallamientos que no paraban de bromear y de animarnos, así como una chica en mitad del recorrido que tampoco paró ni un minuto. Por supuesto, para ésta (y también para los del avituallamiento) tuve palabras de agradecimiento en la última vuelta.
Y ya estamos afrontando los últimos 10Km. Se que voy a llegar, se que lo voy a hacer muy entero y, aunque no tengo ni idea de mi media, tengo la sensación de que voy bien. En este último tramo no solo he adelantado al último clasificado, si no que me cruzo con mucha gente a la que le saco tiempo. No me importa mi puesto si disfruto, pero cuando te notas bien y eres consciente de que vas bien…disfrutas más!!.
Al llegar a la transición, allí está Leti gritándome como una loca. ¡¡Qué mujer!! Tranquila chica, que ya sé que voy bien y haremos lo que se pueda!!. Se lo digo y mientras corro al box, David corre a mi lado preguntándome que tal voy, le digo que bien y que me lo estoy pasando en grande.
Hago una transición rápida y salgo a correr. Durante gran parte de la bici, mi cabeza ha estado machacando la idea de que estoy (o estaba hace muy poco) preparado para hacer el doble de esta distancia, con lo que la fuerza mental y la seguridad de hacerlo bien son muy grandes. El arranque de vuelta es en subida, pero la verdad es que tengo una sensación de ligereza tremenda y, marcando un ritmo muy controlado, me dejo ir.
Dejo que mi cabeza se libere de presión y, sin intención, me encuentro pensando que la carrera será a cinco vueltas en vez de a tres. Empiezo a pensar que cuando ya esté volviendo para acabar, e llevaré una sorpresa si en realidad cuento con que me quedan dos vueltas. Es obvio que el engaño no funciona (je,je) pero me entretengo un buen rato y casi sin darme cuenta alcanzo el punto de giro y el avituallamiento. No me paro, bebo un poco de agua y sigo a lo mío.
Buen trabajo de voluntarios y público. Esto no es Zarautz, pero tampoco corres nunca solo y más o menos animosos, siempre tienes alguien a tu alrededor. Completo la primera vuelta muy fácil y se lo digo a Leti (en respuesta a su cara de asombro y su comentario ¡¡vas como una moto!!). Es verdad que hasta ahora no he sufrido nada y estoy justo cómo quería estar.
Segunda vuelta, esa que suele ser la clave. En la tercera ya uno tira de ganas de acabar y de “efecto meta”, pero si pinchas antes del ecuador las cosas se pueden poner feas. Mientras bajo la rampa dura (el circuito es de ida y vuelta), veo como Javi la empieza a subir y alucino con el ritmo que lleva…absolutamente bestial!!. Chocamos la mano, nos animamos…y automáticamente pienso que me va a doblar en esa misma vuelta.
No me importaría en absoluto, incluso pienso que sería bonito correr un poco juntos, aunque también hago el cálculo mental…..y decido que no podría aguantarle ni 100m!.
En esa vuelta sigo cómodo. Si el ritmo baja es porque en el avituallamiento me paro a tomar el último gel, a beber bastante agua y a refrescarme con ella. No hace mucho calor, pero para que yo lo note no hacen falta treinta grados.
Vuelvo a subir la rampa  vuelvo al giro. Ya veo que Javi no me va a doblar. Leti y los niños están a mi izquierda unos 50 metros pasado el avituallamiento que se encuentra en el carril contrario. Yo debo hacer unos 200 metros, girar y volver por ese lado. Le digo a los niños que vayan al final del avituallamiento y me esperen allí que “quiero hablar con vosotros”.
La verdad es que no es algo que trajera previsto, ni que tan siquiera pensara hace tiempo, es algo que me sale sobre la marcha al verlos allí. Para mí, este triatlón es algo más que una prueba deportiva y en ese momento lo quiero transmitir a mis hijos (serán cosas de la edad).
Cojo una botella de agua y dos trozos de naranja y me acerco a ellos caminando. Me sorprende cuando David me dice “¿te vas a rendir?”. Me descoloca, porque no usa un “abandonas” o “lo dejas” o “no puedes más”. Dice “¿te vas a RENDIR?”.
Le digo un nooooo muy grande. Les digo que estoy cansado pero que vamos a hacer un trato. Yo hago la vuelta sin pararme y ellos se portarán bien. No sé muy bien por qué hago esta tontería. Nunca me había parado a “charlar” en carrera, pero me apetecía y lo disfruto. Ni siquiera se si aceptan el trato o no, les doy un abrazo, un beso a Leti y arranco a por la última vuelta. ¡¡Voy a acabar!!.
No llevo mucho recorrido, cuando identifico al volador de Javi. Me pego a mi derecha y levanto la mano para que me vea. Le pego un grito de ánimo (estoy seguro de que está en sus tiempos soñados, y además va fresco) y con su “campeón!, vas fenomenal!!” sigo corriendo.
En el paso por el avituallamiento, falto en parte a mi promesa porque me paro un poco. Lo hago no obligado por el cansancio, sino para agradecer uno por uno a todos los voluntarios sus ánimos y ayuda. Veo sus caras de agradecimiento y satisfacción por mis palabras y eso me llena.
Los últimos kilómetros los hago con el mismo ritmo. Sé que puedo apretar, pero me gusta este ritmo, me gusta la relativa comodidad que me aporta, y me gusta la sensación de constancia. Solo lo altero cuando, al final de la rampa, adelanto a un chaval que va caminando y que al animarle, se une a mí. El tío empieza a tirar y yo con él. De hecho, vamos hablando y creo que en un momento que yo ya jadeo un poco, el afloja (gracias hombre!!) y así cubrimos los últimos metros.
Veo a los míos, y a Javi que está con ellos, a mi derecha y con una felicidad intensa, lo celebro y cruzo la meta.
Lo he logrado, he disfrutado entrenando sin presión, he disfrutado de cada cerveza, he disfrutado (aunque esto ha costado) viendo cómo la báscula no atendía a mis súplicas, he asumido que mi trabajo marcará mis horarios y que, a pesar de eso, se puede seguir soñando.
No puedo negar que me he quitado un peso de encima y que me he reforzado mucho a nivel mental con esto. Sigo pensando que un ironman es una locura y que el camino que en breve iniciaré (una vez más) tal vez solo sea apto para locos, pero ¿Cuándo se puede ser tan feliz…importa tanto la cordura?
 
Casi seguro que mi "legión de locos" seguirán junto a mi en nuestro camino.
 



domingo, 18 de septiembre de 2016

VAMOS A SOÑAR EN GRANDE

Tras no pocas vueltas en mi cabeza, e intencionadamente antes de cerrar la temporada en Vigo el próximo sábado, he decidido que en 2017 voy a poner un 226 en mi calendario.
 
No es nada fácil, y será un camino sin duda complicado en el que habrá muchos días en los que me arrepienta de la decisión que he tomado. Quizás sean demasiados los momentos en los que sienta que no puedo con ello, que las horas no salgan, que no pueda, que no quiera, que...no!.
 
No entro ahora en plannings, en gestión del tiempo, en volúmenes, en pasos intermedios, en ritmos, en objetivos. Ahora, solo una decisión se me planteaba ¿sueño en grande y me dejo llevar, o sueño en realista y "me conformo"?.
 
Aunque ya he desvelado el final de la deliberación, no engañaría a nadie si digo que ha sido fácil. No lo ha sido, para nada. La conclusión a la que he llegado, es que debemos poner chispa a nuestra vida, debemos perseguir los sueños, debemos soñar en grande.
 
La parte cerebral me decía que no necesito para nada un ironman en mi vida en el corto plazo. El tatuaje de mi gemelo me recuerda cada día que ya tengo ese trofeo en mi mochila, que ya disfruté de la sensación de derribar muros muy muy altos. Después de eso, con Alped´Huez volví a tocar "mi cielo triatlético particular".
 
La parte visceral, esa que parece no atender a razones, se centra en la espina que el 10 de Julio yo mismo me clavé. Esa parte, la muy perra, se olvida de todo lo que he logrado esta temporada (mejor tiempo en 10Km y MM, Maratón "cómodo" en 3:50 con mi gran aliada en esto del vivir, finisher del triatlón de Zarautz con nota...) y me golpea una y otra vez con el "fracaso" que supuso no terminar el ironman de Vitoria.
 
A pesar de saber que si hubiese acabado, este año seguro que no me planteaba un IM, y entender que tal vez eso no sea motivo suficiente para ponerme de nuevo en este durísimo camino, no me queda otra.
 
Cuando en 2012 abandoné en mi primera participación en Ondarroa, lo hice sabiendo que volvería y que "ganaría" donde en aquel momento me rendía.
 
En Vitoria, no fue así. Abandoné sin pensar, sin meditar, sin razonar y esa sensación de haber sido derrotado por mi propia cabeza no me gusta. Necesito vencerme de nuevo en un reto que, tras lo vivido, se que me va a resultar tremendamente duro.
 
No se trata de una venganza, no se trata de resarcirme. Realmente, quiero volver a sentir el reto del IM como en 2014, como un sueño casi inalcanzable, como algo que me ilusione, y en eso tendré que trabajar mucho ya que, siendo sincero, Vitoria no me ilusionó como debía.
 
El único motivo que pone "peros" a mi decisión es el trabajo. La enorme dedicación que me supone y supondrá, va a complicar mi (nuestra) agenda, pero me conozco. Se que si renuncio a soñar en grande, me costará sobrellevar los seguros días en los que renegaré del trabajo. En esos días malos, no quiero permitir que en mi cabeza entre el pensamiento de "y por esto has renunciado a soñar???".
 
Toda esta reflexión la hago antes de Cíes con toda la intención del mundo. He preparado Cíes en los horarios que podría tener de referencia para 2017, lo he hecho con altibajos, con constancia pero también con flexibilidad. Es cierto que estoy con unos kilinos de más (bendito verano) y en el final de una temporada muy muy intensa, pero si espero a tomar la decisión, y en Cíes no disfruto como quiero, me condicionaría demasiado incluso antes de empezar a trabajar.
 
Es innegable que si Cíes sale como esperamos (voy sin relojes, a disfrutar!) va a ser un importante golpe de moral, pero si no es así, tendremos que hacer balance de la temporada en global, que sin duda es positivo, y partir de cero para la próxima.
 
Resumiendo, la vida es muy corta para dudar de hacia donde la queremos orientar. Hay sueños que nos quedan lejos o que ni siquiera nos dejan acercarnos a ellos, pero éste es para mí!. Es un sueño complicado, es un sueño difícil, es un sueño duro, pero es un sueño grande, muy grande...y quiero seguir soñando en grande!.
 
 
Soñar, conciliar, soñar, conciliar...... :-)
 

jueves, 8 de septiembre de 2016

REFLEXIONES EN VOZ BAJA

Aunque ha pasado el día entero de hoy antes de que pudiera ponerme a escribir esto, la verdad es que la base se gestó ayer ,cuando a eso de las 8 de la tarde salía de trabajar, y me iba a tomar una merecida cerveza.
 
Habían pasado tres días muestra de lo que puede ser mi futuro inmediato, y me habían dejado reventado. Puedo decir que el cambio de trabajo se ha consolidado y que en esos tres días me he tenido que poner cerca de mi límite, para ir sacando los numerosos temas que ahora dependen de mí.
A eso, le unimos los tres entrenamientos por el libro, y en el hueco que ahora he podido hacerme al mediodía. Cierto es que lo del calor de estos días no ha sido normal, pero saqué la carrera el lunes, la bici el martes y la pisci el miércoles.
 
Tres días de intensidad muy elevada que, como digo, me dejaban muy cansado, pero sin duda muy feliz.
 
¿Cuál es la reflexión? ¿Por qué en voz baja?. Porque creo que siendo realista, el ironman no puede ser un objetivo para 2017. Siendo estos días "perfectos", no saco más de 10 horas semanales ni haciendo encaje de bolillos, y eso sin contar que estos días he dispuesto de los mediodías sin previsibles reuniones ni, lo que sería peor, viajes.
 
Lo digo en voz baja, porque algo en mí no me deja renunciar tan pronto a ello. La lógica me dice que no puedo, pero el corazón me lo pide...me lo pide y mucho.
 
Podría hacer un gran año con, por ejemplo Zarautz y acompañando a Bau en su Half en As Pontes. Podría hacer varios olímpicos pero, ¡¡necesito hacer un ironman!!. Curioso lo de que "necesito" cuando se que objetivamente no es así para nada, pero estoy en ese punto jodido en el que la objetividad está muy lejos.
 
Tal vez me reoriente a "entrenar sin más" pero me parece algo complicado. Creo que lo mejor será pasar Cíes (y disfrutarlo) y, tras la Behobia, evaluar en serio las opciones de disponibilidad para entrenar.
 
Un ironman es una salvajada, no puedo pretender ir a uno sin preparar. No quiero ir corto de nada y eso no es fácil.
 
En fin, reflexiones hechas, conclusiones ausentes. No pretendo ahora decidir, solo "elucubrar" y ya que tengo esta herramienta, pues un 8 de Septiembre dejo escrito lo que pienso...veremos en que acaba.
 
NO SERAN SUEÑOS LO QUE ME FALTE