lunes, 26 de junio de 2017

SUEÑA, LUCHA...DISFRUTA.

No creo que sea capaz de escribir una crónica al uso. No creo que merezca la pena. Mis amigos más cercanos saben que, aparte de por falta de tiempo, dejé de escribir en el blog porque me daba la impresión de que cualquier escrito me llevaría a una "épica" que consideraba excesiva.
 
Desde que el año pasado, decidí vengar mi abandono en Vitoria, la palabra límite ha rodeado casi todo lo que he hecho.
 
Preparar un ironman en condiciones, exige un número de horas semanales que no pude sacar, mi espalda exige un tratamiento y un trabajo específico de gimnasio para el que no encontré tiempo, el estrés del trabajo me ha hecho encarar entrenos al mediodía en un estado en el que no se pueden hacer, en fin...he vivido 9 meses AL LIMITE.
 
Con esto, y una carga emocional brutal, me encuentro en la playa de As Pontes. La misma en la que en 2014 inicié un sueño que me convirtió en ironman.
 
Hace un cuarto de hora que Bau ya se ha tirado al agua y, rodeado de compañeros y con una última mirada a los míos mientras suena Highway to Hell, arranco de nuevo un camino en el que me juego mucho más que un tiempo o una medalla.
 
Mi nivel de exigencia ha sido demasiado duro y lo pago desde el principio, presión, presión y presión. No puedo fallar y, aunque confío en mis opciones, se que siempre puede ir algo mal y...no puedo fallar.
 
Pasamos la natación tranquilos, con sensación de no ir muy lento (mi tiempo luego dice que si, que fui muy lento) termino los 3,8Km en el agua y me voy a la T1.
 
Antes puedo ver a Leti, a David, a Emilio. En la entrada choco la mano con Jesús. Nombres, caras, emociones, esto es lo que domina este día que casi estaba iniciando.
 
Arranco la bici animado, preparado para sufrir, pero sin intuir el calvario que se me venía encima.
 
Ya en la primera vuelta, la espalda se bloquea, duele y se agarrota como nunca, dejando sin fuerza mis piernas y descolocándome continuamente sobre la bici.
 
Por si esto fuera poco, y por motivos que no entiendo ya que todo estaba probado, el tritraje se engancha con un tornillo del sillín, se rompe y en cada pedalada la zona expuesta de mi entrepierna roza en ese tornillo causándome dolor y provocando aún más que no encuentre postura.
 
Aguanto con cierta dignidad la primera vuelta (45Km) y paro para intentar poner cinta o algo en el tornillo. Me dejan una venda pero, no se puede ir nervioso a ningún sitio, forro el tornillo que no es.
 
En la segunda vuelta, literalmente me desmorono. Aún me falta mucho para la mitad de la bici y no soy capaz de dar pedales, ni acoplado, ni derecho, ni nada. No se que pensar, no se que hacer. La sangría de puestos es tremenda y mi impotencia me domina.
 
Tengo ganas de llorar, de parar, de irme.
 
Llego de nuevo con los míos y no me oculto. No aguanto las lágrimas cuando literalmente les pido que me den motivos para seguir. Les cuento que no puedo pedalear, que mis piernas están sin fuerza y que la impotencia me domina. Me insisten en que voy bien, que no hay prisa. Leti me grita, cuando oye la palabra "abandonar".
Emilio me anima y yo me centro en David. En mi hijo, veo en sus ojos una mirada de admiración y se que no puedo fallarle, no puedo!.
 
Vuelvo a la pelea y tras el puerto (que subo bien, salvo por el dolor del roce), viene otra crisis tremenda. No voy "ni pa bajo". Curiosamente, cuando ya he agotado todas mis armas mentales (como anécdota, os puedo contar que recité la tabla de multiplicar de todos los números para olvidarme del dolor), soy consciente de que no voy el último y una palabra consigue que me desbloquee...RESPETO.
 
Se que más allá del sufrimiento físico que estoy pasando, mi problema es que estoy muy mermado con respecto a lo que podría hacer y me concentro en todos aquellos que, seguramente con una sonrisa, están dándolo todo y disfrutando de "su historia". Esta es la mía, la del trabajo absobente, la de la hernia, la de la carga mental excesiva...y creo que en ese momento decido que es una cuestión de respeto a todos los que allí están sufriendo y sobre todo, de respeto a lo que estoy haciendo.
 
De ahí hasta completar los 180Km, me dejo ir hacia abajo sin dar pedales y me pongo de pie casi todo el rato. Es la única forma de encontrar algo de alivio. Se que voy "parado", pero ya he superado la frustración y voy concentrándome en la maratón.
 
En el último giro, coincido con Rodrigo Bobis que allí está como organizador y me paro un rato con él. Le cuento un poco mis sensaciones y lo que estoy pasando. Me anima y la verdad es que me sirve bastante, tanto la charla como el alivio que supone ponerme un rato de pie.
 
Voy despidiéndome de todos los voluntarios en el regreso y por fin, después de poco sudor y muchas lágrimas termino los 180Km de bici.
 
Llego a la transición serio, concentrado. Se que he gastado muchas balas de motivación en la bici y el fantasma de Vitoria viene a visitarme.
 
Veo a Bau, ha terminado y lo ha hecho a base de testiculina, ¡¡que grande!!. Le pregunto por su tiempo y se que ha tenido que sufrir como un perro. Por un lado, me anima a seguir sufriendo, por otro me ratifica que me queda un mundo de agonía.
 
Arranco con calma y, tras hacer la rampa de salida del lago andando, le pido a David que trote unos metros conmigo y me meto en el circuito.
 
¿Qué contar de la maratón?. Sólida, muy sólida. Muy concentrado en correr de avituallamiento en avituallamiento. No me permito ni un metro más de caminar.
 
En los primeros diez kilómetros, la idea del mundo que me queda por delante me domina y me hace mucho daño. Voy bien físicamente, las piernas responden y apenas tengo la respiración agitada, pero desconfío mucho de que pueda seguir así.
 
Como siempre en estos casos, la lucha entre detener el sufrimiento y no, está en cada paso. Cada avituallamiento es un placer tan grande, que cada nuevo arranque implica más sufrimiento.
 
En cada vuelta David me anima junto a Leti (y Bau y Emilio en otro punto) y al llegar a la que implica los 21Km aprovecho para caminar unos metros con David. Ahí ya se que termino, no se si mejor o peor pero una vez pasada la media maratón, se que termino.
 
Muchas historias pequeñas en esos 42Km. Gente deshecha, gente fuerte, amigos animando, voluntarios entregados, público que hace que me emocione y no levante la vista del suelo.
 
Y por fin, a falta de cinco kilómetros, empiezo a ser consciente de lo que he hecho y lloro como un niño pequeño. Tal y como predije, las lágrimas y la emoción se liberan antes de tiempo y paso muy mal rato tratando de encontrar de nuevo la respiración correcta.
 
La compañía de un voluntario en bici hasta el avituallamiento es un buen apoyo. Por fin veo a David, se ha quedado solo para acompañarme un rato. Corremos juntos y disfruto como nunca en ese momento.
 
Hago la bajada al lago solo mientras David ataja para esperarme en meta. De nuevo un ataque de llanto me hace hiperventilar, "aguanta Fran" después de la meta podrás soltarlo.
 
Ultimos metros, de nuevo esta recta, de nuevo esta meta. Paso la alfombra de tiempos, David se pone a mi lado y lo abrazo. A mi izquierda veo a Bau que muy emocionado me mira. Se acabaron las barreras, me deshago mientras le abrazo.
 
Escucho al speaker decir mi nombre, decir "Trimineitor" y me suelto de Bau para ir hacia la foto final. Voy con David y veo a Leti, no se puede llorar más. Mientras estallo en un llanto intenso, oigo al público aplaudir y al speaker. Me suelto de Leti y torpemente doy las gracias a la gente que me aplaude.
 
Entre Leti y David me ponen la medalla y noto que alguien me toca, me giro y veo a Jesús Rodil. Se ha metido allí con mi familia para darnos el abrazo que en 2014 nos hizo por primera vez "fierromanes", un lujo.
 
Otro que estaba allí en 2014 es Emilio. Brutal el detalle que ha tenido yendo por sorpresa, brutales los ánimos y el soporte que hoy me ha dado y como no, brutal el emocionado abrazo.
 
Esta es una crónica que tal vez se queda corta, sin muchos detalles. Creo que sobran los detalles. Es la crónica de un éxito personal de medidas increíbles. Es la crónica de una fijación, de una lucha por un sueño.
 
Un ironman es "otra cosa". Para el que hace 9 y para el que hace 16. Sea cual sea la historia de cada persona que se enfrenta a esto, es sin duda una gran historia. Yo he vivido la mía con una intensidad máxima y, por suerte, el final ha sido el que buscaba.
 
Una vez más, solo puedo dar las más emotivas gracias a todos los que habéis querido estar en este sueño.
 
En esta ocasión...no es necesario un pie de foto.
 
 
 
 


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