viernes, 24 de junio de 2016

QUE NO SE APAGUE LA LUZ

El otro día, mi amigo Andrés publicaba un poema que escribió Marianne Williamson y que usó Nelson Mandela en su discurso de investidura en 1994. Un escrito que me hizo pensar como hacía tiempo, no pensaba.
 
En el poema se habla de la necesidad de ser nuestra mejor versión, de no tener miedo a mostrarnos grandiosos, brillantes, excepcionales o únicos si realmente lo somos.
 
Solo siendo así, podemos enseñar a nuestro entorno a ser también su mejor versión, a enseñarnos a su vez como ser mejores.
 
Se habla de la timidez a hacerlo, de la "educación" que supone no destacar para no herir, no brillar para no deslumbrar.
 
Digo que me hizo pensar, porque mi respuesta inmediata (se dirigía a una persona a la que quiero mucho), fue decirle que a su lado siempre he tratado de brillar lo más posible, en el convencimiento de que, tal y como decía el poema, esa luz solo conseguiría aumentar la suya propia.
 
Después de eso, seguí pensando, ¿Cómo no?, y me di cuenta de que por fortuna estoy rodeado en mi círculo más cercano por personas que me ayudan a desear ser mejor cada día. Gente que hace que no solo no oculte mis virtudes, sino que me anima a que enseñe también mis defectos con la ilusión de que entre todos los corrijamos.
 
Estoy casado con una mujer que tiene luz propia, luz intensa que no me hace sombra, luz que hace que la mía aún brille más. Cada día, su ejemplo me ayuda a entenderme mejor, su apoyo incondicional a que quiera mejorar y mejorar y mejorar, y su comprensión ante mis errores a que solo desee aprender de ellos y no enterrarlos en algún sitio donde no aporten nada.
 
Mis hijos, sin duda esto lo compartirán todos aquellos padres y madres, esos que te miran como a un espejo. Esos que abren los ojos como platos ante cualquier pequeño reto que logres, esos que te retan y desafían para "ser mejores que tú". Si la línea de mis éxitos es la que marca su primer objetivo, tendré que llevar esa línea lo más lejos posible.

Por último mis amigos, mi entorno. Procuro rodearme siempre de gente brillante, gente que aporte y que no reste y ¿por qué no decirlo?, gente que te hace sentir que es importante que sigas intentando iluminar y que agradecen esa aportación en sus vidas. Tal vez disfrutar de eso sea parte de vanidad, pero en mi opinión (y también lo recogía así el poema), si por vanidad se entiende el no infravalorarte sino hacer todo lo contrario, hacer que destaque aquello en lo que eres bueno, pues bendita vanidad.
 
Esta claro que en el ámbito deportivo, mis resultados no pueden servir para iluminar a mucha gente, pero si tal vez mi tesón, mi constancia, mis ganas por seguir un poco más, y tal vez este blog sea el faro desde el que me gusta proyectar esa luz.

Creo que es tan importante el potenciar la luz propia, como arrimarte a personas que también la tengan. Puede que mucha gente se sienta incómoda rodeada de luces tan o más brillantes que la suya, pero si un día la luz de uno se apaga y estás solo ¿te quedarás a oscuras?.
 


2 comentarios:

  1. Una gran reflexión. Brillar con los demás, entender y respetar el brillo de los otros. Resplandecer haciendo lo que uno cree, sin dejar de sumar, sin dejar por ello de pensar en los otros. Simplemente, siendo auténtico. Todo mi respeto, Frank.

    ResponderEliminar
  2. Muy buena reflexión. Tesón, constancia e ilusión es el secreto para alcanzar todo lo que uno se proponga. En cualquier ámbito. Quizá a veces no es suficiente pero sin eso, seguro que no. Al menos es lo que pienso

    ResponderEliminar