Jueves
30 de Julio, hoy es el día en el que seré plenamente consciente de lo que me
espera mañana, el día en el que vea claramente que ha llegado el momento de que
los diez meses que llevo preparando este reto, cobren sentido y hagan que
mañana todo salga como lo hemos previsto.
Hoy
subiremos hasta Alped´Huez para recoger los dorsales, y para que Sara y David
participen en el triatlón infantil que se organiza paralelamente al resto de
pruebas. Alped´Huez no es un triatlón al uso, ya que no solo se desarrolla
entre semana, sino que se compone de varias pruebas que se desarrollan en
varios días. Este año en concreto, el Miércoles se celebra el duatlón, el
Jueves el tri infantil, el Viernes la larga distancia y el Sábado el triatlón
corto.
Los
niños están nerviosos. Es otra de las partes que me gusta del deporte. El hecho
de que hayamos sido capaces de generar una “familia deportista”, creo que es
algo muy positivo en su educación y que, según van creciendo, nos permite
compartir más cosas ya que es algo que podemos tener en común. Este año han
sido varios los “entrenamientos” juntos, bien con Leti, bien conmigo han salido
con sus bicis a acompañarnos mientras corremos, o hemos hecho algún paseo
juntos en bici. También les gusta “entrenar en serio” y han practicado hasta
las transiciones. Mención aparte merece el esfuerzo de David por mejorar en
natación. Los dos se defienden bien, pero Sara tiene una habilidad natural para
ello y nada realmente bien. David, aún nadando peor, no deja pasar una visita a
la piscina sin practicar (a veces hace tantos metros que me deja alucinado) y
sin preguntar que puede hacer para mejorar.
Hoy
va a ser su día y, tras el triatlón de Logroño que ambos acabaron encantados el
año pasado, van a correr su segundo triatlón y nada menos que en este entorno.
Yo vivo todo esto muy emocionado, en más de una ocasión les hemos intentado
transmitir la suerte que tienen y lo privilegiados que somos (tanto ellos como
nosotros) de disfrutar la vida que tenemos. Tratamos de explicarles que las
cosas no son gratis y que hay que valorar mucho lo que tenemos y ¿qué queréis
que os diga?, para mí el que dos niños de 9 y 11 años estén en AlpedHuez para
disfrutar de algo que les gusta, es un privilegio. Intento transmitirles mi
filosofía del deporte, que compitan pero que disfruten, que exploten todas las
cualidades que tengan, pero que se midan solo por lo que ellos logren. Si las
comparativas a mi edad ya son muy relativas, a la suya lo son mucho más,
dependiendo del grupo de edad las diferencias son enormes, así que intento que
entiendan que están ahí para divertirse y que pueden hacerlo igual de bien
ganando que llegando el último. Una cosa buena de este triatlón infantil es que
no hay clasificación, no hay pódium, y no se considera para nada el orden de
llegada.
Pero
todo esto será de tarde. Por la mañana tendremos tiempo de conocer la estación
de AlpedHuez y recoger los dorsales. Antes de eso, debemos subir el puerto con
el coche y me llega un momento de “crisis total”. Es un puerto que agota
subirlo en coche, literalmente se me hace eterno y en cada salida de cada curva
me da la impresión de que la carretera se dispara de tal manera que no podré
subirlo. Es totalmente verídico que me vine abajo y que me asaltaron muchas
dudas sobre mis posibilidades. De noche, ya en casa, me pasé media hora
revisando la altimetría y comparándola con puertos en los que había entrenado
como Coto Bello, Lagos o San Lorenzo, para darme cuenta de que sí que podía.
Más tarde me di cuenta que el hecho de que las curvas sean prácticamente llanas
(o incluso ligeramente favorables), hace que desde el coche se perciba la
siguiente rampa como mucho más dura de lo que es.
Una
vez arriba, localizamos la feria del corredor y llegamos justitos a recoger los
dorsales y ahí ya si que se pone en marcha la maquinaria
precompetitiva…¡¡estamos en el lío!!.
Durante
el paseo por los stands me tropiezo de frente con Marcel Zamora, sin duda uno de
los mejores triatletas de larga distancia del mundo y cuyo libro “¿Quién quiere
una vida mejor?” me inspiró y motivó bastante. No soy yo mucho de perseguir
famosos, pero según le vi, me salió un “¡hombre Marcel…¿qué tal?” al que respondió
con un “muy bien! y tú?”. Ja,ja,ja, un tío que ha ganado en múltiples ocasiones
los ironman más duros (Embrun y Niza) y me saluda con una asombrosa sencillez y
naturalidad. No lo puedo evitar y le pido una foto a la que también se une
Sergio. Nos deseamos mutuamente suerte y nos despedimos. El como cada año, hará
el triatlón corto como preparación del asalto a su sexto “Embrunman”.
Después
de comer empieza el triatlón infantil. Los nervios son evidentes y los dos no
paran de “analizar rivales”. Sobre todo Sara que está un poco acomplejada por
la cantidad de bicis de carretera que va viendo. Lo cierto es que son de niños
y niñas de categorías mayores y en las suyas la mayoría eran bicis de montaña.
Trato de tranquilizarla y mentalizarla de que disfrute de lo que va a hacer.
En
la entrada en boxes las llaman una a una (la organización impecable) y coloca
todas las cosas bajo mi supervisión. Un último beso y ánimo y a la pisci. Me
coloco para hacer las fotos de tal modo que veo toda la piscina. Mi idea es
hacerle fotos nadando y bajar corriendo a la línea de meta para verla llegar.
Nada
de lujo y, aunque tuvo un despiste en una boya del que pudo sacar algo de
ventaja, sale del agua emparejada con la primera. Sale sonriendo y concentrada
y en ese momento reconozco que me siento muy orgulloso. En la transición pierde
ese puesto, ya que tiene que ponerse la camiseta y se nota que la otra niña es algo
más “experta” ya que usa tritraje y cinta portadorsal. Da igual, sale sonriendo
y apretando en la bici. Bajo a toda pastilla a la meta y tengo la suerte de verla
en el circuito de bici, sigue con buena cara y apretando fuerte. Me voy a meta
a esperarla y llega sonriendo y disfrutando, el speaker los recibe a todos como
ganadores y realmente es un momento muy emotivo. Nos abrazamos y subimos de
nuevo para esperar la salida de David.
Más
o menos tengo calculado cuantas carreras habrá antes del turno de David, pero
en un momento dado, Leti nos llama gritando que le toca y no está listo. A toda
pastilla le pongo el gorro, el casco, las gafas….y lo metemos adentro. Hago lo
mismo que con Sara y llego justo para ver como entra corriendo el último en la
zona de la piscina. Mientras tomo alguna foto, pienso que los niños extranjeros
deben alimentarse muy bien, porque a pesar de que David no es precisamente muy
grande, casi todos le sacan la cabeza y alguno incluso un trozo más. Mi asombro
aumenta cuando veo que salen del mismo sitio que Sara y que hacen la misma
natación. Ya en meta, comprobaríamos que Leti se había colado y lo habíamos
metido en la categoría superior!!.
Nos
da igual, el chaval tiene madera de Trimineitor y, aunque en el agua alguno
literalmente le pasa por encima, consigue sobrevivir y salir bien del agua. Le
animo en la transición y de nuevo carrera a meta. Por el camino lo veo iniciar
la segunda vuelta de bici (que en su categoría no debería haber hecho) y vuelvo
a pensar que algo raro pasa. Al final llega a meta corriendo como una liebre y,
aunque muy sofocado, también disfrutando y, más aún, cuando supo que había
hecho “la carrera con los mayores”.
En
resumen, una experiencia muy positiva para todos y que creo que a ellos les ha
aportado un punto más de madurez y de sensación real de hacer “algo diferente”.
Tiempo habrá para saber si este deporte les gusta y les engancha, hasta
entonces seguiré siendo un papá muy orgulloso que disfruta de unas “competiciones”
donde hasta la fecha, solo he visto compañerismo, diversión y deportividad.
Terminado
esto, solo queda volver a bajar el puerto, volver a sufrir nervios evaluando
cada rampa y volver a casa a descansar para ya si, llegar al día que tanto
hemos esperado. Antes de dormirme, de nuevo unos mensajes con Bau hablando de
mi miedo al puerto, de nuevo sus ánimos y una frase que tendría muy presente
durante la subida del día siguiente “No te cebes y recuerda que luego hay que
correr, que ese puerto es muy goloso si estás fuerte y tú estás fuerte, fuerte”,
yo le contesté que no creía que pudiese pecar de fortaleza ahí, y le reiteraba
el “acongoje” que había sufrido al subirlo en coche. Nos emplazamos para la
llamada que le haría al cruzar la meta y con esa ilusión, cerré los ojos para aprovechar
el último descanso.
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