Se acabó, hasta
aquí he llegado, no puedo más.
Kilómetro 34 y pico de la maratón de Coruña.
Hace muchos
kilómetros que se que no puedo llegar con Leti, hace muchos kilómetros que voy
corriendo con la cabeza, hace muchos kilómetros que las piernas no pueden
mantener el ritmo vivo que ella si tiene. Desde el 28 en el que apareció mi
muro personal, he intentado tirar de cabeza para continuar y durante 5 kilómetros lo he
hecho y he defendido ritmos para los que ya no tengo fuerzas.
Ahora, en el
giro de la subida final de la playa veo que aunque el asfalto claramente
desciende, mis piernas no lo sienten así y por más que lo intento Leti se aleja
metro a metro, no voy a poder, se terminó el sueño de compartir su primera maratón,
esta oportunidad era única y no tengo físico para aprovecharla.
Algo se me rompe
por dentro y maldigo la gripe que me tuvo aniquilado durante cinco días hace
dos semanas, maldigo el no haberme recuperado y maldigo el haber llegado sin la preparación necesaria para ni siquiera plantearme este reto.
Durante unos
metros lucho internamente contra mi orgullo, peleo por ser capaz de despedirme
de Leti sin que la decepción que siento pueda minar su excepcional carrera.
Aún hay tiempo
para un esfuerzo más, un guiño al milagro, un rezo a lo imposible y fuerzo
durante….¿diez metros??...esto no tiene sentido.
Quiero abrazar a
Leti y decirle lo orgulloso que estoy de ella, me gustaría transmitirle en ese
momento lo que la quiero y lo que la respeto. Quiero ser capaz de expresarle lo
enorme que para mí resultan los durísimos meses que la han llevado a llegar
aquí.
Tan solo alcanzo
a rozarla mientras me aparto de la carrera y me quito uno a uno los cuatro
imperdibles que sujetan mi dorsal. No le he podido decir nada más que “sigue,
lo tienes dentro, lo tienes…”.
Con el dorsal en
la mano me subo a la acera y veo el cartel del kilómetro 35, que cerca he
estado.
El primer
pensamiento que tengo es el de alivio y paz.
Pienso que he hecho más de lo
esperado teniendo en cuenta como he llegado hasta aquí. Teniendo en cuenta que
el Domingo pasado no pude correr más de 13 kilómetros antes
de rendirme agotado, teniendo en cuenta que el Lunes y Martes estuve de viaje,
comiendo mal y durmiendo peor, teniendo en cuenta que la sinusitis posterior a
la gripe me acompañó hasta hace apenas unos días….
Me siento
“justificado”, siento que tengo excusas más que suficientes para explicar porque
mientras yo estoy parado, mi mujer corre hacia un sueño por el que ha peleado
lo que solo ella sabe.
En ese momento
sigo pensando en ella, en su esfuerzo, en su dedicación y en que la he dejado
sola. Me duele el cuerpo, pero me duele más el corazón, porque no estaré con
ella en su primera maratón, porque no podremos mirar hacia atrás y recordar que
juntos corrimos 42,195Km, porque no podremos contar a nuestros peques lo que sus papis
hicieron, porque me quedo fuera del sueño, porque me quedo fuera de algo muy importante para
mi mujer, porque me quedo fuera de un hito en su vida, un hito que soñamos como
nuestro.
Le hemos
prometido a Bau que correríamos por él el kilómetro 40, y yo no estaré.
Una juez se me
acerca justo cuando paso al lado del cartelón del 35….
.- ¿te has
retirado?
.- no lo se…
.- si te retiras
lo tengo que notificar
.- pues no
notifiques nada, voy a seguir.
Con lágrimas en
los ojos, pienso que no quiero perderme nada de todo lo que escribí más arriba,
y torpemente me pongo de nuevo el dorsal con solo dos imperdibles.
Vuelvo al
asfalto y empiezo a trotar y a pensar que, en cierto modo, no tengo otra forma
mejor de decirle a Leti lo mucho que la quiero y sobre todo lo mucho que
respeto y valoro lo que está haciendo. Llegaré por detrás de ella, tal vez un
mundo si no soy capaz de volver a encontrar el resorte que mueve mis piernas,
pero llegaré!, pasaré los kilómetros prometidos y, aún corriendo solo, los dedicaré como
prometimos.
Curiosamente,
mientras avanzo (he de reconocer que con la cabeza un poco “difusa”) una frase
me martillea….”mamá ganó a papá”, si!…¿y?.
Es posible que
hoy ni David ni Sara entiendan más allá de esa realidad y que posiblemente
incluso, (y en ese momento pienso sobre todo en David) dirán algo como
¡¡¡anda!….jaaaa…jaaaaaaa!!!, la risa de Nelson el de los Simpsons es la que
pone banda sonora a ese pensamiento, pero creo que en un futuro no muy lejano,
entenderán que sus padres trabajan juntos por quererse y por darles la mejor de
las familias, que en una pareja no hay vencedores ni vencidos, hay un equipo,
una lucha por apoyarnos, un respeto, un reconocimiento continuo a los valores
del otro, y francamente eso es por lo único por lo que sigo torturando a mi
cuerpo metro tras metro.
Llega la última
subida, la que en el 28 supuso el principio del calvario. Se que nos vamos a
cruzar y preparo ese momento, tengo que ser fuerte y animarla, quiero que sea
ahí donde se de cuenta de hasta donde voy a llegar por ella, porque si, ya no
corro por mí, por mí hubiese parado en el 28 cerrando un buen entrenamiento en
mi camino a AlpedHuez, por mí….ya no hay por mí, yo soy secundario.
Con menos
distancia de la que imaginaba, la veo bajar desde lejos. Viene corriendo muy
bien ¡¡que orgulloso estoy!!.
Me ve y en su
cara se dibuja la sorpresa.
.- “vamos
Le!...voy a acabar por tí….voy a darle el valor que tiene lo que estás
haciendo”
Mientras nos
cruzamos, adivino que se ha emocionado y mientras yo también contengo las
lágrimas, sigo avanzando.
Un pequeño
descanso en el avituallamiento previo al kilómetro 39 me sirve para evaluar mi
estado. Me cuesta caminar, los cuadriceps me pinchan a cada paso y la cadera
izquierda está tan bloqueada que ni caminar es un alivio.
Algo más de 3000 metros me separan
de ella, y hay que hacerlos, así que vuelvo a trotar y ya no me pararía hasta
la meta.
De estos tres
kilómetros me quedo con el momento en que alcanzo a un chico que camina y le
animo a que se una a mí. Lo hace durante doscientos o trescientos metros y con
un “gracias tío, no puedo más” vuelve a caminar mientras me alejo. Es curioso
como empiezo a pensar que “no puedo más” es algo muy relativo….yo no podía más
en el 28, no podía más en el 35 y aquí estoy en el 40 y he desterrado el “no puedo
más” para siempre.
Kilómetro 40,
ahí lo tienes manín, llego tarde pero llego!.
Kilómetro 41, el
saludo y ánimo de unos amigos hace que me vuelva a emocionar, lo hicimos.
Kilómetro 42, no
se cómo he conseguido correr el último kilómetro “rápido” y ahí estoy corriendo
los últimos 200 metros
de una maratón y pensando en una persona que se nos fue en Diciembre y a la que
Leti me dijo en su día ¿sabes a quién se la voy a dedicar no?....pues ahí la
tienes señor, ahí la tienes.
Antes de cruzar
la meta ya veo a Leti esperándome y llorando a moco tendido, cruzo con la
sensación de haber crecido como persona más que nunca, no me siento atleta, no
siento para nada la satisfacción de haber vencido la prueba reina, no levanto
los brazos, no siento que he corrido una maratón, siento mucho más, siento que
esa mujer a la que entre lágrimas estoy abrazando ha conseguido moverme hacia
delante como hace con cada parte de mi vida.
Siento que esta carrera es el
mayor te quiero que he dicho nunca.
Las emociones
que a partir de ahí se dispararon no podría llegar a plasmarlas aquí ni siendo
el mejor escritor de la historia. Solo se que apenas podía moverme y que no
podía parar de llorar, de hecho fue así durante tanto tiempo que resultaba
ridículo.
Con el tiempo el
dolor de piernas pasa, de hecho lo ha hecho mucho más rápido de lo esperado,
pero esta experiencia nos dejará marcados para siempre. La vida nos pondrá
muchas pruebas y no todas fáciles, pero mientras tengamos claro el motivo por el cual queremos vencerlas….lo haremos!.
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Siempre juntos, siempre adelante. |